Inversionistas del rescate reclaman que el águila nazi sea vendida a la brevedad
El Graf Spee tenía todo lo que se puede pedir a un gran corsario alemán: una temible combinación de armamento poderoso, velocidad suficiente, resistencia, gran autonomía y tripulantes de primera. Luego de enfrentarse a una flotilla británica a 370 kilómetros al Este de Montevideo, su capitán, Hans Langsdorff, decidió hundirlo en las fangosas aguas del Río de la Plata en diciembre de 1939. Pasaron 67 años hasta que tres buceadores aflojaron 145 tornillos y extrajeron el águila imperial que adornaba la popa, el tesoro que ha sido objeto de otra batalla −una legal− desde entonces.
El gobierno comunicó tras el Consejo de Ministros del pasado lunes que la Suprema Corte de Justicia rechazó el recurso de casación interpuesto por los hermanos Alfredo y Felipe Etchegaray y ratificó que el Estado es el que debe disponer de la venta del águila nazi.
Carlos Rodríguez, abogado de los empresarios que financiaron la expedición liderada por el buzo Héctor Bado, dijo a El Observador que si el Estado, ya sea a través del Ministerio de Defensa Nacional o la Armada Nacional, no procede “rápidamente” a la venta se iniciará otro juicio “para pedir el cumplimiento de contrato y la distribución de las utilidades”.
Antes de esta instancia, en 2013 la Justicia ya había entendido que los contratos firmados por los hermanos Etchegaray y el Ministerio de Defensa no suponían la cesión de derechos por más del 50% de lo producido por la venta de los objetos del Graf Spee, en particular, del águila recuperada en 2006 y del cañón y del telémetro (dispositivo de puntería) recuperados en 2004, sin considerarlos copropietarios de los objetos. Este fallo frenó la venta en subasta pública de la pieza.
Un año después, la SCJ ratificó que se cederá la mitad del dinero como indica la ley 14.343, conocida como de Cascos Hundidos) pero no hizo lugar al pedido de que se ordenara la venta por vía judicial.
No se sabe con exactitud el valor del águila puesto que se trata de un objeto único. El relacionista público recordó que la prensa inglesa llegó a manejar ofertas de hasta US$ 50 millones de coleccionistas privados. “El punto es que estamos trabajando hace muchos años y queremos tener el derecho de cobrar por el trabajo”, dijo Etchegaray a El Observador. El empresario rastreó la historia del corsario alemán desde la compra de “chatarra” hecha por el uruguayo Julio Vega Helguera. Éste, calificado como “agente encubierto”, pagó 14.000 libras al Tercer Reich (régimen nazi) con dinero suministrado por el Servicio de Inteligencia del Reino Unido por intermedio del embajador Eugen Millington Drake.
El jefe de Relaciones Públicas de la Armada Nacional, Gastón Jaunsolo, señaló a El Observador que, hasta el momento, el organismo no recibió “ningún tipo de directiva” acerca del destino del águila ni ninguna comunicación de que “se vaya a ejecutar la venta”. Por lo tanto, continuará “en custodia” en un depósito del Cuerpo de Fusileros Navales.
Rodríguez expresó: “No puede estar encerrada en un depósito sin ningún provecho. Lo que se busca es un provecho conjunto: para el Estado y para los rescatistas”. La inversión para las tareas de extracción osciló entre US$ 8 millones y US$ 10 millones.
La sentencia de la SCJ indica que, hasta el momento, la Armada Nacional no dio cumplimiento a “su obligación” (contractual y normativa) de enajenar los objetos extraídos a los efectos de “compartir los beneficios” con los rescatistas.
El símbolo de la discordia
El águila de bronce pesa alrededor de 300 kilos, mide 2,80 metros de ala a ala y sostiene entre sus garras una corona de roble con una esvástica. Etchegaray dijo a El Observador que “es increíble” que no forme parte del Museo Naval, pero luego se corrigió: “Raro no es porque Uruguay hace esas cosas tontas”.
El águila de bronce pesa alrededor de 300 kilos, mide 2,80 metros de ala a ala y sostiene entre sus garras una corona de roble con una esvástica. Etchegaray dijo a El Observador que “es increíble” que no forme parte del Museo Naval, pero luego se corrigió: “Raro no es porque Uruguay hace esas cosas tontas”.
El empresario agregó que solicitó al gobierno que le permita “verificar su estado”. Él mismo donó varias piezas y prepara otra entrega de materiales para la conmemoración de los 75 años de la Batalla del Río de la Plata, la que dejó en el Graf Spee 37 muertos y 57 heridos graves. “El patrimonio no tiene valor si no se exhibe”, añadió. En este sentido, reclamó que el águila forme parte de una muestra itinerante “que recorra el mundo”.
No obstante, durante el litigio se indicó que la ley 14.040 de Patrimonio prohíbe la salida del país de esta clase de objetos, salvo que así lo permita la Comisión del Patrimonio. Además, desde el Estado siempre se cuestionó que pudiera terminar en manos de un coleccionista neonazi, pues los museos no compran bienes extraídos por emprendimientos de arqueología privada.
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