Participarán 43 artistas de los cinco continentes, 12 de los cuales son uruguayos.
El edificio del Banco República será de nuevo la sede central de la segunda Bienal de Montevideo
Con el nombre de 500 años de futuro y bajo un aura de reflexión sobre el sentido profundo del tiempo en las obras de arte y más ampliamente en el hombre, se lanza este jueves la segunda edición de la Bienal de Montevideo.
Como en su primera entrega, y bajo la curaduría del alemán Alfons Hug, el evento, que durará hasta el 22 de noviembre, tendrá su sede principal en el hall del enorme edificio del Banco República de Ciudad Vieja, con entrada por la calle Cerrito.
Además, las diferentes obras estarán en exposición en las demás sedes: el anexo del BROU, en calle Zabala; en el Museo de Artes Decorativas (ex Palacio Taranco); y en la iglesia de San Francisco de Asís.
En esta edición participarán 43 artistas de los cinco continentes, de los cuales 12 son uruguayos, con un abanico de obras que van desde fotografías hasta instalaciones sonoras, collages, videoarte, intervenciones urbanas, landart, técnicas textiles e incluso artesanía.
La propuesta, de la que se puede tener un adelanto meramente visual a través de la página web oficial de la bienal es variada y por momentos juega a intentar llegar a los extremos.
Por ejemplo, una de las obras que se expondrá (¿o se construirá?) es la del alemán Mark Formanek, llamada Standard Time. Se trata de la performance de una construcción por parte de un equipo de obreros que con tablas de madera forman números que simulan un reloj digital, durante un período de 24 horas, con todos los cambios que implica el propio paso del tiempo.
“El arte es una máquina del tiempo que pertenece tanto a las eras más remotas como al presente y, precisamente, la cercanía inesperada entre lo más antiguo y lo más nuevo es una de las paradojas del arte”, escribió a modo de texto introductorio de la Bienal el curador Hug. En ese mismo texto, Hug recuerda que para la cronología occidental la percepción de América comenzó en 1507 con el primer mapamundi que incluyó ese nombre que cambiaría la historia del mundo desde entonces.
Aunque parezca de perogrullo, no puede haber futuro sin pasado ni sin los sucesivos presentes que se desglosan de ese futuro siempre acechante. Algo de ello se supone que se verá en esta Bienal.
Como en su primera entrega, y bajo la curaduría del alemán Alfons Hug, el evento, que durará hasta el 22 de noviembre, tendrá su sede principal en el hall del enorme edificio del Banco República de Ciudad Vieja, con entrada por la calle Cerrito.
Además, las diferentes obras estarán en exposición en las demás sedes: el anexo del BROU, en calle Zabala; en el Museo de Artes Decorativas (ex Palacio Taranco); y en la iglesia de San Francisco de Asís.
En esta edición participarán 43 artistas de los cinco continentes, de los cuales 12 son uruguayos, con un abanico de obras que van desde fotografías hasta instalaciones sonoras, collages, videoarte, intervenciones urbanas, landart, técnicas textiles e incluso artesanía.
La propuesta, de la que se puede tener un adelanto meramente visual a través de la página web oficial de la bienal es variada y por momentos juega a intentar llegar a los extremos.
Por ejemplo, una de las obras que se expondrá (¿o se construirá?) es la del alemán Mark Formanek, llamada Standard Time. Se trata de la performance de una construcción por parte de un equipo de obreros que con tablas de madera forman números que simulan un reloj digital, durante un período de 24 horas, con todos los cambios que implica el propio paso del tiempo.
“El arte es una máquina del tiempo que pertenece tanto a las eras más remotas como al presente y, precisamente, la cercanía inesperada entre lo más antiguo y lo más nuevo es una de las paradojas del arte”, escribió a modo de texto introductorio de la Bienal el curador Hug. En ese mismo texto, Hug recuerda que para la cronología occidental la percepción de América comenzó en 1507 con el primer mapamundi que incluyó ese nombre que cambiaría la historia del mundo desde entonces.
Aunque parezca de perogrullo, no puede haber futuro sin pasado ni sin los sucesivos presentes que se desglosan de ese futuro siempre acechante. Algo de ello se supone que se verá en esta Bienal.
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