CON EL ARTISTA MALCOLM ROXS
Nació en Buenos Aires, creció en San José, y explotó en el barrio de San Telmo en la capital porteña antes de partir a demoler Europa. Malcolm Roxs es un artista que en la demolición encontró su lugar en el mundo del arte, y que a pesar de estar muy metido en Rusia no se olvida de su pasado maragato. De eso dialogó con Montevideo Portal.
Malcolm Roxs, ahora radicado en Moscú, es un artista visual y performer que pinta con sus manos en vivo y también en otras técnicas en estudio. Ha llevado su arte por Finlandia, Holanda, Ucrania, Polonia, Alemania y Mónaco; que ha expuesto en galerías, ha contribuido a colecciones de ropa, ha acompañado a músicos de renombre y ha sido entrevistado por las revistas más prestigiosas de Europa. En fotos se lo ve siempre serio, ocasionalmente con el rostro cubierto, y lo único que rompe con su ropa negra es alguna camisa blanca o, claro está, manchas de pintura. Se lo ve oscuro, pero tiene una manera de ponerle color al mundo particular.
Más allá de los inicios plásticos típicos de cualquier niño, coloreando dentro de las líneas de algún dibujo, Malcolm se acercó a la pintura de adolescente, ante la urgencia de diseñar tablas de skate en San José, una ciudad en la que no había elementos para practicar este deporte. Primero hacía productos para consumo propio, y luego comenzó a vender su arte. Al interior uruguayo llegó porque sus abuelos vivían allí y su madre, cuando se separó de su padre, decidió cargarlo en brazos con sus escasos tres años, abandonar Buenos Aires y regresar a un lugar que fue el suyo en el mundo hasta los 24. Ahí arrancaría la historia que lo llevó de paseo por el mundo hasta instalarlo en Moscú.
"De San José tengo muchos recuerdos; es lindo haber crecido en una cuidad chica, haber podido compartir más tiempo con mi familia, con mis abuelos... Haber disfrutado mucho mi barrio; el fútbol, el skate, el colegio, la música en mi cuarto. Tengo muchos recuerdos de ex novias también, que me dieron hermosos momentos", le cuenta a Montevideo Portal. Malcolm pasaba "horas y horas" escuchando melodías, desconociendo todavía la relación que luego tendría con ellas a nivel profesional.
"San José, San José, cuántos recuerdos se me vienen", desliza, antes de repasar la parte más oscura de sus más de 20 años entre maragatos. "Cuando vas creciendo el pueblo te va presionando, haciéndote sentir incómodo. Fue también una ciudad en la cual peleé mucho, una ciudad violenta en cierta forma", admite, asegurando que esa "violencia" no fue sólo física sino también psicológica. "Al igual que toda cuidad chica, trata de matarte la cabeza si no sigues lo que imponen los que dominan el circo ahí", afirma.
Para su suerte, "nunca" lo convencieron de seguir esas reglas. "Traté siempre de crear mi propia película", afirma, y por eso decidió, cuando ya pasó los 20, volver a la vecina orilla. Allí, en las calles de San Telmo, empezó a incursionar en pintar con las manos y al ritmo de la música frente al público, algo que tuvo que ir organizando de a poco.
"Intente ser músico, pero no me sentía cómodo. Sentí que destruía algo que no era lo mío", recuerda cuando vuelve a viejas jornadas. "Un día vi que podía fusionar lo que me gustaba, la pintura y la música; usar canciones que me gustan para pintar en vivo", apunta. Malcolm se enteró de que en la década de 1970 había gente que pintaba directamente con sus manos sobre el lienzo, y quiso indagar en eso: más temprano que tarde, se había vuelto un experto.
Él aclara que no inventó el estilo pero que pretende llevarlo "a otro nivel". "Como ya dije, quiero crear mi propia película. Es como cuando Nick Cave comenzó a cantar y le gustaban los Ramones, Alice Cooper o Bowie, y por suerte tomó un camino diferente y creó su propia película... Pero la partida siempre viene influenciada por alguien o algo. Luego está en uno si te quedás haciendo lo mismo o tratás de cambiar con el tiempo, arriesgar a algo nuevo", dice.
Malcolm vive manchado, mete las manos en la pintura y disfruta de ensuciarse, algo que -bien sabe- a otros puede espantar. Hacerlo así le da "placer": "es una conexión extra que con un pincel no tengo. Igual muchas veces no quiero ni tocar la pintura y prefiero pintar con otras técnicas. Luego extraño y busco disfrutar otra vez pintar con las manos".
La música que usa de fondo puede marcar el tiempo y la energía a la hora del trabajo, que lo llevó a hacer retratos de Charly García, Iggy Pop o Nina Hagen y a armar el Demolition Painting Show, como se denomina su presentación en vivo.
El concepto ‘demolition' lo usé más que nada porque la gente que asistía a mis shows sentía un cierto temor de que la pintura llegara a tocarlos y de no poder usar más sus camisas, vestidos, pantalones, porque los demolía con manchas o gotas de pintura. Lo mismo en lugares que pintaba: mirabas alrededor y veías como que ese espacio estaba demolido por manchas y salpicaduras. Para mí era una demolición positiva y me gustaba mucho eso de que la gente quería estar cerca pero a la vez les daba un poco de temor", explica.
Malcolm pone como ejemplo los conciertos de rock que él disfruta de ver cuando las bandas tienen "eso de peligroso". Hoy, sin embargo, cree que ni en el rock ni en otros estilos hay casi vértigo; son "aburridos" el 95 por ciento de los grupos, sus shows y los videos que hacen. "También demolition es un concepto que lo uso para mi cabeza: demoler las barreras que aparecen en el camino", admite. Es inquieto, arriesgado y ambicioso: no es difícil notarlo.
Más allá del nombre y del término, él no quiere encasillar a su show ni se ha planteado si es o no vanguardista, aunque sí lo considera experimental. "Yo realmente busco seguir adelante haciendo lo que me gusta y llevarlo a un nivel en el cual al final de mi vida esté orgulloso de cómo creció y cambió con el tiempo. No me gustaría ver el mismo estilo de show los próximos 20 años. Me aburriría sólo de pensarlo", piensa.
Si se pone del otro lado, ¿qué quiere que sienta la gente? Aburrimiento, justamente, no. Él dice que si están viendo su show pretende "volarles la cabeza" y que sientan "ese temor en vivo con un gusto positivo", que estén "contentos" de estar viviendo esa experiencia. "Quiero que salgan del show motivados, con la boca abierta y pensando si fue real lo que vieron o estaban drogados", rie.
"En cuanto al arte de mis pinturas en el estudio, me gustaría que le provoque diferentes reacciones, y también que les genere deseo de tener ese cuadro, que sientan conexión con esa pintura. ¡Y que paguen alto precio por el cuadro!".
"El arte puede ser cualquier cosa, mientras te expreses con algo; no tiene que ser algo específico o lo más usado del momento. Podes rascar una pared con piedras y si para vos eso es tu arte, bien, creé en eso y hace creer a todos que lo hacés bien o con tus emociones", opina Malcolm, que les da carta libre a sus manifestaciones. Además, ve como algo "imposible" saber hacia dónde va el arte, aunque "por suerte" su rumbo siempre cambia.
El cambio es una de las cosas que más lo motiva: "llevar mi arte no solo con el show a otro nivel, sino también mis pinturas de estudio. Esa parte todavía no la mostré tanto".
Mientras prepara el camino para ir más allá de lo que ha hecho hasta ahora, mantiene su postura respecto a que captar la atención del público no es difícil, sino que como la sociedad exige que todo sea "más y más rápido", hay muchos que se desesperan por la convocatoria. "Por eso ves hoy en día tanta basura en televisión, en radio", resume.
Malcolm ha encontrado en la sociedad rusa un lugar donde sentirse bien más allá de todo. Él hace, deshace y prueba en Rusia, donde tiene su sede y donde se siente "muy cómodo". "Todas la mujeres mayores de 60 o 70 años se parecen a mi abuela, y eso me gusta porque me trae recuerdos de ella y sus comidas. Hay mucha historia en sus ojos también y eso me toca mucho", dice, dejando aflorar apenas su lado emotivo. Pero aclara: "Rusia no es Rusia solo porque tiene gran dimensión territorial y chicas lindas; hay mucho más cultura, poder, cabeza e historia atrás. A mi este país me dio mucho interiormente, ¡lo adoro!".
Eligió irse de Sudamérica "muy temprano", cuando como artista recién estaba naciendo. "Me planteé: ‘me quedo a hacer mi historia acá o me voy a hacer historia afuera', y decidí hacerla afuera, porque me motivaba más ver el mundo, lo que había allá afuera. Fue la mejor decisión, creo, y no me planteo si hubiera sido reconocido en Sudamérica o no. Si lo pienso rápido, diría que seguro le hubiera encontrado la vuelta, porque soy muy inquieto", asegura.
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