Foto extraída de SkyScraper City. Autor desconocido. Editada por Cafe Montevideo.
El conventillo, obra de especuladores inmobiliarios, formalizó y sistematizó, con fines de lucro, la idea del inquilinato. Los conventillos eran casas colectivas, de uno o más pisos, construidas especialmente para ser alquiladas por habitaciones. Estaban organizadas en torno a unos grandes patios centrales donde se localizaban los servicios para el uso común entre los que se destacaban las letrinas y las piletas de lavar que utilizaban las mujeres, muchas de las cuales se desempeñaban como lavanderas. De concepción funcional mezquina, conducentes al hacinamiento, insalubres, faltos de sol y ventilación y estéticamente despojados, los conventillos buscaban acomodar a un sector de la población urbana compuesta por las minorías étnicas históricamente arrinconadas en el ejército de campaña o en los trabajos domésticos (lavanderas, cocheros, sirvientes, mandaderos). También por trabajadores y comerciantes pobres (obreros, artesanos, jornaleros, vendedores ambulantes), muchos de ellos inmigrantes provenientes del Sur, Centro y Este de Europa. Compadritos, delincuentes, prostitutas y cafishios -los personajes orilleros del tango- completaban la geografía social de conventillos e inquilinatos (14).
“Las cincuenta personas que viven en el conventillo de Galicia 1117son condenadas a la mugra perpetua. Piezas insalubes, sin luz, escazes de agua, ratas y un ambiente impregnado de fétidos olores. Su dueño, Juan B. Introzzi, percibe mensualmente, unos doscientos pesos por concepto de alquileres. El Sr. Introzzi, propietario del conventillo, es dueño de casi toda la manzana, fuerte comerciante de plaza, establecido en Rondeau y Galicia, y [...] está construyendo un regio palacete junto al conventillo [...]. En el conventillo hay dos water closets, dos canillas de agua y una cocina de 0.70 por 0.50. Tiene 20 piezas y el alquiler de las mismas oscila entre $7 y $10)” (15).
“Las cincuenta personas que viven en el conventillo de Galicia 1117son condenadas a la mugra perpetua. Piezas insalubes, sin luz, escazes de agua, ratas y un ambiente impregnado de fétidos olores. Su dueño, Juan B. Introzzi, percibe mensualmente, unos doscientos pesos por concepto de alquileres. El Sr. Introzzi, propietario del conventillo, es dueño de casi toda la manzana, fuerte comerciante de plaza, establecido en Rondeau y Galicia, y [...] está construyendo un regio palacete junto al conventillo [...]. En el conventillo hay dos water closets, dos canillas de agua y una cocina de 0.70 por 0.50. Tiene 20 piezas y el alquiler de las mismas oscila entre $7 y $10)” (15).
Tal como estaban pensadas, estas viviendas de una sola habitación debían albergar todas las actividades de la vida cotidiana -dormir, cocinar, comer, lavarse, sentarse a charlar-, así como el mobiliario necesario -camas, mesas, sillas, sartenes, cacerolas, primus, despensas-, adornado con algún recuerdo, foto o estampa.
En el marco de una nueva preocupación higienista en la arquitectura habitacional, la entrada en vigencia de la Ley de Vivienda de 1928 buscó poner punto final a la construcción de algunos programas de vivienda, entre ellos, los conventillos.
14. Silvia Rodríguez Villamil, “Vivienda…”, ob. cit. pág. 93. 15. Justicia, 10 de Junio de 1929, pág. 1, “Conventillos”; tomado de José Pedro Beltrán y Ana María Rodríguez, Materiales Auxiliares de Historia del Uruguay II, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, 1987. Texto de “Escenas de la vida cotidiana. El nacimiento de la sociedad de masas (1910 – 1930)” por Daniela Bouret y Gustavo Remedi. Digitalizado por Café Montevideo.
No tengo seguridad de cuál es el conventillo al que pertenece la fotografía. De todas formas, representa de forma característica al paisaje y los problemas de hacinamiento e higiene que menciona el texto.
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