El viajero inquieto, en busca de la aventura de conocer lugares que lo puedan impactar, no podrá dejar de visitar en el Departamento de Rivera, las ruinas de un sorprendente emprendimiento industrial minero, creado sobre fines del siglo XIX, cerca de la ciudad de Minas de Corrales, que incluyó entre otros elementos una represa hidroeléctrica, primera en nuestro país y en América del Sur.
Este emprendimiento se localiza en una región tempranamente detectada como aurífera, en las cuencas del Río Tacuarembó y los arroyos Cuñapirú y Corrales, sobre el sur del Departamento de Rivera y en su frontera con Tacuarembó. Para llegar a esta zona, debemos recorrer unos pocos kilómetros al norte de la ciudad de Tacuarembó. Luego de pasar el peaje y el pueblo Manuel Diaz se toma a la izquierda por la ruta 29. Unos pocos kilómetros y sobre la izquierda se observan los cerros chatos y más adelante el Arroyo Cuñapirú.
Los primeros datos de la explotación de los yacimientos de oro en la zona datan de 1820, en que se realizaba por métodos manuales del tipo de cateo en la arenas del cauce de ríos y arroyos, y en algunos casos del cavado de trincheras a golpe de marrón y a veces con ayuda de dinamita.
Luego sobre1867 el ingeniero de minas Clemente Barrial Posada crea una empresa con la Mina Santa Ernestina sobre el arroyo San pablo. Por medio de barrenos desvía el curso natural del arroyo Cuñapirú
Sobre 1879 se formó en París la Cía. Francesa de Minas de Oro del Uruguay, siendo nombrado Director de la explotación el Ing. Víctor L´Olivier. Unos kilómetros aguas debajo de la primera explotación tres años más tarde se termina la represa sobre el Cuñapirú. Tenía en total 314 metros de largo, dividida en 3 tramos. Uno de 89 metros, otro de 25 metros que incluía la compuerta de hierro, de ese largo y 5 metros de altura y el tercero de 200 metros de largo y que corresponde al murallón.
El lago artificial e la represa tenía unos 3 millones de metros cúbicos. Con este espejo de agua se alimentaban hasta 5 turbinas de 150 caballos de potencia cada una. Aledaño a la represa estaban los galpones con las máquinas moledoras de piedra. A plena producción la mina podía llegar a moler 150 toneladas de cuarzo por día. Como complemento de esta obra hidroeléctrica la mina Santa Ernestina estaba unida a Cuñapirú por un ferrocarril de trocha angosta con 6 quilómetros de vías, 15 alcantarillas y 1 puente de hierro sobre el arroyo San Pablo. Debemos recordar que por esa época, las vía férreas en Uruguay llegaban apenas a Paso de los Toros, y una década después llegará a la ciudad de Rivera.
Producto del avance de los negocios ocurrieron cambios en la tenencia de las acciones de la minera. En una oportunidad un nuevo directorio incorporó una tecnología innovadora para el transporte de material como fue la línea del aerocarril. Esta obra fue pionera en nuestro país, construida en 1901 por la Cía. Francesa, unía la mina San Gregorio con Cuñapirú.
Este aerocarril, tenía una línea elevada de 11 kilómetros 700 metros, se componía de 104 torres de hierro, separadas por 70 a 180 metros según la naturaleza del terreno, y la capacidad de transporte alcanzaba las 7000 toneladas al mes con 270 vagonetas transportando el mineral.
La mina funcionó hasta los comienzos de la primera guerra mundial, en que sus dueños ingleses abandonaron la producción. La represa hidroeléctrica funcionó explotada por UTE hasta 1959 en que las inundaciones destrozaron las obras.
Hoy día queda un grupo de construcciones en ruinas que semejan un fantasmagórico paisaje, reúne para muchos una espectacular belleza. El silencio de estas ruinas permiten evocar al visitante informado, lo que debió haber sido este emprendimiento en plena producción. Un paseo para no perderse.
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