viernes, 18 de abril de 2014

Cuando Gabo me pedía una flor amarilla

Acababa de cumplir 19 años, parecía una hippie de buena  y la mítica   de , donde estudiaba, había sido cerrada por dos años por razones políticas tras una ola de manifestaciones, dejándome de repente perdida en el  de los adultos.




Como el comején de la política en la década del 70 devoraba nuestras vidas, terminé por esas casualidades de la bogotana trabajando  la  de izquierda , pocos meses después de que la fundara Gabriel García Márquez en 1975, con un pequeño pero prestigioso grupo de periodistas: Enrique  Calderón,  Caballero, Jorge Restrepo, Hernando .
  una chica , única  del grupo, con el cargo además de  de Redacción, probablemente gracias a mi propia ingenuidad: tenía la convicción de que estaba allí porque representaba al movimiento estudiantil en la publicación más difundida de la izquierda , que formó a una generación  en la  de los, de los presos políticos, de los indígenas, contra las torturas y atrocidades de las dictaduras y los militares en América .
Gabo, como lo llamábamos todos, ya había escrito “Cien años de Soledad” y era considerado  de los escritores más importantes del continente. Vivía en México, pero como en sus novelas sabía como por magia  de todos. Aunque probablemente lo que más le gustaba eran “los enredos de amor” o mejor, como él mismo decía, “las historias de amores contrariados”.
García Márquez compartía con todos el “espíritu de Alternativa”, cuyas reuniones de redacción eran verdaderos debates políticos libres y abiertos, que llegaron a generar  internas. Participaban en ellos los colaboradores y , y nata de la intelectualidad .
 , Gabo escribió crónicas sobre  y , hizo entrevistas a montoneros, sandinistas y a Felipe González: aún recuerdo la dificultad que tuve  transcribir horas y horas de conversación con el entonces emblema del socialismo.
Las , el dogmatismo, el  de una guerrilla “socialdemócrata”, la toma de la embajada dominicana por parte del M19, la represión cada vez , fueron desgastando la vitalidad de la publicación, pese a vendía 30.000 ejemplares. Pero no contaba con , y Gabo se veía obligado a inyectar cada vez más dinero.
El  que cumplió 50 años, le dedicamos una edición especial, ilustrada con una caricatura del genial Caballero, mientras todos y cada  brindamos con él personalmente al teléfono.
Cuando la  cerró en 1980, ahogada por sus  y después de que García Márquez anunciara que cortaba los , me llamó separadamente:
“Ajá Kelly, qué quieres que haga por ti. Dime y yo lo hago”. No supe responder.
Le dije que me gustaría trabajar en  porque me había enamorado de un .
“Muy fácil, llamo a mi amiga Rossana Rossanda y trabajas  Il Manifesto, te vas a sentir como en Alternativa”, respondió.
“Gabo, es que me enamoré de un  del Manifesto”.
  muchas veces, solía llamarme  acompañarlo a las invitaciones a los  de Trastevere con sus amigos:  Rosi, Fernando Birri, el  Rafael Alberti…
En una ocasión me colé en una , haciéndome pasar por Irene , y hasta me propuso que interpretara a la Cándida Eréndira,  de una de sus novelas.
Cuando Plinio Apuleyo , su “amigo oficial”, ocupaba el cargo de  de  en , a  de los 80; fui tal vez la única testigo de la pacificación entre ambos tras años de distanciamiento.
Cada vez que llegaba a  o a , pedía con discreción que le pusieran una  amarilla en el , una flor y un  que le traían buena suerte. Las mismas que lo acompañan ahora en sus crónicas desde la eternidad. 

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