Un estudio reciente demuestra que la elite económica estadounidense pesa más sobre el Congreso y la Casa Blanca que la opinión mayoritaria de la población en general. Otro muestra que varios de los legisladores estadounidenses forman parte de esa elite y cumplen así con lo que parece una condición en la política estadounidense.
La primera investigación fue realizada por dos académicos y revela que en las últimas décadas los gobiernos de Estados Unidos han privilegiado los intereses de la minoría más rica y los grupos económicos sobre aquellos de los ciudadanos comunes y corrientes.
Martin Gilens, profesor de Política de la Universidad de Princeton, y Benjamin Page, profesor de la Universidad Northwestern, ambos investigadores de opinión pública, concluyeron que “la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos tiene muy poca influencia en las políticas que adopta el gobierno. Son las preferencias de la elite económica las que tienen más impacto”.
Llegaron a estas conclusiones después de estudiar 1.800 iniciativas políticas impulsadas desde los años 80 hasta la actualidad por el Congreso y la Casa Blanca. Gilens y Page aseguran que “cuando la mayoría de los ciudadanos discrepa con las elites económicas y/o los intereses organizados, pierde”. Además, señalan que cuando la mayoría de la población reclama un cambio de algo ya establecido no suele lograrlo, como sí lo hacen las élites económicas.
El estudio de las 1.800 políticas, en conjunto con sondeos realizados en su momento sobre la opinión de las mayorías acerca de esas políticas, permitió concluir que si una norma es apoyada por la elite tiene 45% de posibilidades de ser aprobada, pero si es rechazada por ésta, sus posibilidades bajan a 18%, incluso si cuentan con un respaldo de más de 80% de la población.
Otro elemento que agregan Gilens y Page es que los ciudadanos independientes “tienen muy poca o prácticamente ninguna influencia política”. En cambio, los distintos integrantes de las elites económicas sí lo tienen, unidos o de modo individual. Sin embargo, según el estudio, más de la mitad de las veces la opinión de la mayoría de la población coincide con la de las elites económicas.
Más definido parece este panorama si se le suma otro estudio reciente, que indica que por primera vez en la historia la mayoría de los congresistas estadounidenses son millonarios, y por tanto forman parte de esa elite económica. El Center for Responsive Politics hizo un relevamiento de las declaraciones de ingresos que hicieron los congresistas en 2013 y 2012, y concluyó que 268 de los 534 integrantes del Congreso tiene ingresos anuales de más de un millón de dólares.
En esta situación no se diferencia demócratas y republicanos. Los legisladores, cuyos sueldos son de 174.000 dólares al año, tuvieron, en promedio, ingresos anuales de alrededor de un millón de dólares en 2012.
Este relevamiento dio a conocer también que General Electric sigue siendo la compañía elegida por los congresistas estadounidenses a la hora de comprar acciones, seguida por entidades financieras como Wells Fargo, JPMorgan y Bank of America. Estos últimos dos bancos se vieron beneficiados por las medidas de rescate que adoptó el Congreso tras la explosión de la crisis en 2008.
La directora ejecutiva del Center for Responsive Politics, Sheila Krumholz, señaló que el sistema electoral estadounidense fomenta que los más ricos sean los que llegan al Congreso: “Es innegable que con nuestro sistema electoral los candidatos necesitan acceso a la riqueza para hacer campañas financieramente viables, y los recaudadores de fondos más eficientes son los políticos que nadan en esos círculos desde el comienzo”.
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