jueves, 24 de abril de 2014

Mario Delgado Aparain

 (Uruguay, 1949)



  Escritor, periodista y docente universitario uruguayo nacido en la ciudad de Florida. Como periodista escribió para el diario argentino Clarín, semanarios Jaque, La Razón y Búsqueda, revista Tres, El País Cultural y diario La República. Dirigió las revistas Tercera Orilla, Montevideo Ciudad Abierta e integra el consejo de redacción de Literastur (España). Delgado Aparaín es reconocido internacionalmente y varios de sus libros fueron traducidos y publicados en gran parte de Europa. Su principal novela es La balada de Johnny Sosa (Premio Municipal de Literatura, Montevideo, 1987). También destacan Mandato de Madre (Premio Foglia de Novela, 1990), Alivio de Luto (finalista del Premio Rómulo Gallegos, 1999), y No robarás las botas de los muertos (Premio Bartolomé Hidalgo, 2005)




Mario Delgado Aparain
La balada de Johnny Sosa (fragmento)

De no haber sido por esa inquietante impresión que causan los que están superando la frontera de los grandes miedos, sea a marchar al calabozo por una decena de años o a la muerte, Melías Churi hubiera pasado por cualquier sujeto oscuro del pueblo. Tal vez un melancólico aficionado a las historias de quilombo, recogido en la mesa de un rincón y carente de significación más allá de la medianoche.
Desde la puerta, daba la impresión de estar dormido. Desde el escenario parecía existir demasiado. Pero si alguien se tomase el trabajo de sentarse frente a él en la mesa, vería sin duda a un hombre a la deriva, amparado en la jarana desplegada en los sitios vecinos por las mujeres de la vida y los funcionarios del correo, pero sin dificultad para trabajarse consigo mismo a sismar sobre las próximas catástrofes.
Que pronto estaría al alcance de las desgracias, el locutor no tenía la menor duda. Es más, sabía perfectamente que estaba tomando el café con leche del ahorcado, desde el momento en que enfundó su cabeza en una media de mujer y se apersonó por sorpresa en el corazón de la emisora de Mosquitos, junto a dos compañeros armados a quienes sólo conocía por sus alias de guerra. A punta de revólver obligaron al locutor Fuentes a leer una breve proclama contra el flamante gobierno militar, cosa que el desprevenido cumplió al pie de la letra, sin sospechar que todas las madrugadas de los últimos tiempos había estado compartiendo los bizcochos del mate con aquel silencioso enmascarado que puso ante sus ojos el explosivo mensaje. 
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