Las redes sociales aparecieron medio siglo después que ella se fuera, sin embargo son el medio por el que Marylin Monroe, es en la jornada, más recordada que nunca antes.
Ha dejado de ser ciertamente una simple actriz de cine para convertirse más allá incluso de fenómeno sexy de su tiempo y de varias generaciones más, en un fenómeno icónico, donde lo real y la fantasía se confunden cada vez más. El “mito Marylin” es una constante de Occidente, y su confirmación de ídolo sexual supera todos los parámetros modernos de belleza, en tanto a 52 años de su fallecimiento, la diva bien podría haber partido hace unas horas que nada habría sido demasiado distinto a cuando ello ocurrió realmente.
La cautivante sonrisa y las infartantes curvas de la mujer que atrapó millones de hombres, entre ellos al presidente más poderoso de la época –JFK- sigue apareciendo en toda clase de insumos masivos y en cada aparición, el deseo por poseer lo que lleva su rostro convence una vez más a multitudes.
Una vida de la que se ha escrito más de lo que se sabe
La infancia de orfanato, con una madre derivada a un asilo siquiátrica, y varios hogares de adopción, hicieron la forja inicial de la vida de Norma Jeane Mortenson, el nombre real de Marylin, que la historia se ha empeñado en olvidar.
Su adolescencia, que cambió radicalmente cuando se casó a los 16 años con un policía que se fue a Australia al comienzo de la Segunda Guerra, también la marcó. Debió trabajar en una fábrica de municiones para sobrevivir, donde un fotógrafo del Ejército le tomó una foto que publicó en una revista militar, de donde saltaría a la fama.
Poco después la 20th Century Fox le ofreció un contrato, con la condición –entre otras- de cambiar su nombre. Pero también cambió el resto, y su vida se hizo un pleno aparentemente total, algo que en el fondo no era más que ilusorio y que la llevó al suicidio un 5 de agosto de 1962.
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