jueves, 28 de agosto de 2014

El ballet visto con ojos invisibles


El documental de Juan Álvarez Neme es un trabajo elaborado y entretenido, que ofrece pinceladas sobre el cuerpo de baile del Sodre desde la llegada de Julio Bocca



Hoy se dará una sinergia cultural muy curiosa en Montevideo. Por un lado, el estreno de Avant, el documental de Juan Álvarez Neme que retrata el devenir del Ballet Nacional del Sodre (BNS) a partir de la incorporación de Julio Bocca como director artístico de la compañía. Por el otro, el estreno de El Quijote, la nueva producción del BNS, que se presentará en el Auditorio Adela Reta hasta el 12 de setiembre (para más información ver el recuadro).

La coincidencia es interesante porque ambos eventos representan las dos puntas de un mismo proceso. Por un lado, los comienzos difíciles del exbailarín argentino a cargo de una compañía que no atravesaba sus mejores épocas. Por el otro, el esplendor actual, en el que el BNS bate récords de recaudación, realiza giras internacionales, exhibe puestas grandiosas de renombrados coreógrafos, y hace espectáculos con vestuario y escenografía enteramente realizados en los talleres de la institución.

Avant, que se preestrenó en el Sodre el 14 de agosto, comenzó a rodarse en 2010, año en el que Bocca se incorporó al BNS, y presenta como punto de partida el choque entre lo artístico y lo burocrático que provocó su llegada. 

Para hacerlo, Álvarez Neme, cuyo debut en el cine documental fue en 2012 con El cultivo de la flor invisible, se vale del uso de la cámara objetiva y el plano fijo, tratando que su presencia pase lo más desapercibida posible. Esta invisibilidad mejora a medida que transcurre el tiempo y los involucrados se familiarizan con el director, ya que si bien al comienzo la presencia de la cámara resulta un tanto notoria, luego el espectador logra sentirse como ese voyeur incorpóreo al que apela la película. 

La cinta, que fue filmada sin entrevistas ni voz en off, se desarrolla por completo dentro del Auditorio del Sodre, con la excepción de la primera gira internacional que realizó Bocca junto a la compañía, donde se ven algunas escenas en España. El filme, que es una coproducción con Argentina, tuvo su estreno internacional en junio en el festival de cine documental DocsBarcelona y el año que viene se prevé que se proyecte en Estados Unidos.

A través de un trabajo de horas de registro silencioso, Álvarez Neme logra captar imágenes muy interesantes, que reflejan al BNS desde diferentes facetas. Es notorio que el director no apele, en los 98 minutos de la cinta, a ni una toma en la que se vea a los bailarines en el escenario ante el público. Esto es coherente con su punto de partida, que hace hincapié en el proceso de construcción del ballet, ya que como el director ha dicho, lo que le atrajo del proyecto no era el mundo de la danza en sí, sino retratar ese proceso de cambio. 

Este momento de construcción se refleja no solo en los bailarines sino en el mismo espacio de trabajo de ellos, que al principio son el de una sala medio destruida y grafiteada o la humilde oficina que usaba Bocca en sus comienzos. Álvarez Neme traza este paralelo incorporando escenas en las que se ve a los obreros trabajando y avanzando en la restauración de esos espacios ruinosos. 

Pinceladas

La cinta logra reunir momentos bellos, interesantes e incluso absurdos, que devienen humorísticos. Así, el espectador puede ver a Gerado Bugarín, gerente del BNS, luchando por los pagos a los maestros o bailarines que llegan desde el extranjero, o la puja de Bocca con la Orquesta Sinfónica del Sodre (Ossodre), durante los conflictos que determinaron que el BNS baile con música grabada. 

“Esperan hasta último momento para joder, para sacar más beneficios”, dice Bocca en un momento de la cinta. Pero sin duda, una de las mejores escenas de la película, acaso la más cómica, es la que retrata al argentino tratando de organizar el ensayo del final de El corsario durante una jornada de paro de los técnicos. “¿Qué movemos, el barco o el agua? Porque no hay suficiente gente para hacer los dos”, le preguntan, generando la carcajada de los espectadores que asistieron al preestreno de la película el 14 de agosto.

No obstante, Bocca no es el protagonista de la cinta, sino la bailarina Rosina Gil. Ella representa a la compañía en ese momento de crecimiento y la cámara se entrega a la joven no solo para registrar la gracilidad de sus movimientos, logrando escenas de gran belleza, sino para captar su entrega y espíritu de superación, al mismo tiempo que deja traslucir su sencillez y, quizás, una cierta inocencia. Notable es verla bailar El lago de los cisnes con la pared gris ruinosa de fondo, o conversar sobre peinados para el ballet con María Noel Riccetto, cuando esta llega de Estados Unidos para convertirse en la primera figura de la compañía. 

También es interesante la pincelada al retiro de los bailarines, como cuando Paulo Aguiar pide ayuda a Bocca para trabajar lo físico y el director artístico trata de explicarle lo inevitable, con una metáfora sobre la diferencia entre un auto de 2007 y uno de 2010.

La película carga con su decisión estilística como un logro pero también como una limitación. 
La decisión de Álvarez Neme de aparecer como un observador invisible (aunque, claro está, visible en la edición) puede jugarle en contra en lograr que el material sea más accesible para personas que son ajenas al mundo del ballet. El director opta por no utilizar carteles explicativos que indiquen quiénes son los que aparecen retratados o aclare cuál es la obra que se está ensayando. Eso, por ejemplo, impide trazar, que Aguiar es hoy Maestro asistente del BNS y Director de ballet en la Escuela Nacional de Danza, o que Riccetto es la primera bailarina de la compañía. 

Es cierto también que el documental presenta pinceladas de algunos aspectos pero no profundiza sobre ellos ni tampoco abre el juego para retratar otros puntos de vista (aunque un intento es la escena de las costureras que deslizan críticas hacia la nueva gestión del ballet). Pero es cierto también que el planteo de la cinta no es periodístico. 

Más allá de estos señalamientos, el documental se siente como un trabajo elaborado, que se disfruta en cada toma y tiene un muy buen ritmo, a la vez que cuenta con la virtud de documentar un proceso único en el panorama artístico uruguayo.


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