domingo, 17 de agosto de 2014

Un ícono urbano cumple 55

Polémico y elogiado en los años de su construcción, el Panamericano es parte de la identidad visual de Montevideo y emblema de la arquitectura moderna y racional.



Desde su privilegiado estudio con vista al Puerto del Buceo, donde hoy funciona Océano FM, el arquitecto Raúl Sichero podía ver cómo se completaba una de sus obras más emblemáticas: el edificio Panamericano. Tras un año y medio de trámites en la Intendencia de Montevideo y otros seis meses de papeleo en la Junta Departamental, el proyecto se empezó a ejecutar en 1959, hace ya 55 años, cuando la silueta de Montevideo era bastante diferente a la actual.
No se trataba del primer edificio de Sichero sobre la rambla montevideana -ya había construido La Goleta (1951, hoy Guayaquí), Perú (1952) y Martí (1954)-, pero sí el más rupturista, generando voces de elogio y crítica por igual. Inicialmente, el Panamericano iba a ser el doble de lo que es, con dos bloques formando un ángulo obtuso y más de 300 apartamentos. Pero esa propuesta no tuvo andamiaje debido a la crisis que comenzó en 1958 y se extendió durante casi una década. Así, a lo largo de cuatro años de obras se levantó un bloque de 200 metros de frente constituido por cinco unidades verticales donde se distribuyen los apartamentos, orientados de Este a Oeste. Para 1962, cuando estuvo terminado, Sichero ya estaba construyendo el edificio Ciudadela, en la entrada de la Ciudad Vieja, y el de la Asociación Cristiana de Jóvenes, sobre la calle Colonia.
Hoy, mientras las grúas del proyecto Forum del arquitecto Carlos Ott avanzan y se debate el destino del club Banco Comercial -convertido en sede partidaria de Pedro Bordaberry-, la silueta del Pa-namericano se impone con la prestancia de un ícono irrefutable. En su moderna fachada con piel de vidrio, la única interferencia proviene de los motores de los equipos de aire acondicionado, inevitable consecuencia de los tiempos que corren. "Es una situación que no es deseable en una fachada como esa, pero quizás responde a uno de los pocos puntos débiles del proyecto, sobre todo en los meses de calor", explica el arquitecto Leo Ravera (51), colaborador de Sichero en sus últimos proyectos.
"La elección de la piel de vidrio es una consecuencia de sus condiciones: transparencia, reflexión, templado, color, atermicidad.La piel de vidrio confiere a los volúmenes una sensación de ligereza, una de las características del lenguaje de la arquitectura denominada `Internacional Style`, desde luego sin intención de elogio", dijo Sichero en una entrevista con la revista especializada Elarqa. Durante años, el arquitecto, que este año cumplió 98, se cansó de explicar que "lo fundamental" de los edificios con fachada vidriadas, más que el aspecto exterior, es el interior. "Es muy distinto estar dentro de un edificio vidriado; la gente se siente muy cómoda. Así, el vidrio permite esa sensación de libertad, pero no de falta de seguridad". Y tiene razón. Sólo quienes estuvieron dentro del edificio -desde el hall de entrada hasta los departamentos, pero incluso también el garaje- saben que su mayor potencial radica en el interior. A Sichero lo que más le gusta es "la horizontalidad" de la planta, que en los apartamentos más grandes se traduce en un living que va de lado a lado. Para él, el diseño de los espacios siempre fue una prioridad. Por eso, eligió sus obras para vivir; primero fue en el penthouse del Martí, sobre la playa Pocitos, y luego al Champs Elysées, en Bulevar Artigas. Curiosamente, nunca vivió en el Panamericano.
Sin embargo, su vínculo con el edificio fue muy estrecho. Cuando todavía no estaba el pozo hecho y los trámites en el municipio seguían trancados, el arquitecto decidió ser él quien empezara a promocionar el proyecto. "Solo con eso vendimos 70 por ciento de las unidades. Además, el Banco Hipotecario nos negó el crédito, y finalmente se hizo con financiación privada", contó a la revista Galería en 2005, cuando la Intendencia de Montevideo designó diez edificios de Pocitos como bienes de "interés municipal" por ser considerados parte de la identidad visual de la ciudad. Además, recuerda Ravera, durante la obra Sichero armó un taller in situ desde el cual desarrolló técnicas de construcción pioneras para la época. "Su espíritu era desarrollar un edificio con la más alta tecnología y a la vez economizando a partir de una construcción muy racional, donde no había elementos decorativos", comenta Ravera. "Cuando en Uruguay la industria de cerramientos de aluminio todavía no se había desarrollado, él creó un novedoso sistema con vidriado doble y gas para lograr mayores propiedades térmicas. Además, si bien la vista es la protagonista, se ve un especial cuidado en detalles como los pavimentos o la carpintería".
Sichero ingresó a la Facultad de Arquitectura en 1936 y se recibió en 1942. Allí conoció a Julio Vilamajó, su profesor y referente. De él tomó un consejo que aplicó a lo largo de toda su carrera: para aprender arquitectura hay que mirar y copiar. Sin embargo, con el tiempo forjó su propia máxima, que también legó a las siguientes generaciones. Cada vez que alguien mostraba admiración por su arquitectura o elogiaba alguna obra en particular, Sichero solía responder: "Sencillez y proporción, eso es todo". Pero esto, como bien escribe el español Helio Piñón en el libro que analiza la obra del uruguayo (Raúl Sichero, 2002), no debe entenderse como un modo de asumir una virtud moral, próxima a la humildad y a la modestia, sino como "un empeño en construir artefactos cuya consistencia formal se funda en una noción sintética de orden". Ravera coincide y sostiene que si bien en su época el Panamericano "fue muy polémico", sobre todo por superar la altura fijada para la zona, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura a la que Sichero apostaba. "Lo encuentro con una vigencia muy fuerte. El edificio es parte de un estilo y de una línea de diseño que ha sabido mantenerse más allá de las modas, que han sido muchas", agrega.
En total, Sichero tiene más de cien obras construidas. Solo siete de ellas están sobre la rambla de Pocitos, pero son suficientes para marcar el estilo de la silueta costera. Desde hace un año el arquitecto vive junto a su esposa Zulma en Carrasco, por lo que el Panamericano es una imagen presente en cada trayecto que lo lleva de visita a Pocitos o el Centro.
-¿Cómo ve el edificio 55 años después de haberlo proyectado?
-Igual que cuando se inauguró, es uno de mis preferidos.
-Con la perspectiva del tiempo, ¿hay algo que le cambiaría?
-(risas) Nada, es perfecto.

Postales sobre la playa Pocitos

En 2005, la Intendencia de Montevideo declaró diez emblemáticos edificios de Pocitos como bienes de "interés municipal". La iniciativa obligaba a los propietarios a mantenerlos y a no realizar variaciones sustanciales de sus principales características, en una apuesta a preservarlos en el tiempo. La lista incluyó las siguientes obras: El Malecón, El Pilar, Positano, Gilpe, Pocitos, Atalaya, Mónaco, Martí, Guayaquí y Panamericano, estos tres últimos obra del arquitecto Raúl Sichero (Rivera, 1916).
El edificio Guayaquí (1952), ubicado en la rambla República de Perú esquina Guayaquí, conforma junto al Martí (1954), una imagen compacta y distintiva de la rambla de Pocitos. Juntos, son de las obras favoritas de Sichero, ya que al haberlos levantado de 28 metros de altura -el límite permitido en aquel momento- marcaron el perfil de la urbanización sobre la rambla montevideana.
Sichero también proyectó y dirigió obras en Punta del Este, muchas de ellas en asociación con el arquitecto Mario Roberto Álvarez, como los edificios Pez Espada, Delfín, Tiburón I, Tiburón II y Portofino. En el balneario también construyó el Malecón y el Santos Dumont, este último en colaboración con Pintos Risso. Además, es de los pocos arquitectos uruguayos con obra en el exterior, con un edificio de apartamentos (Le Carioca) en Cannes y un country club (Cardenal Newman) en Tigre.

DANIELA BLUTH
http://www.elpais.com.uy/domingo

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