Ya no están las lámparas de arañas colgando de majestuosos techos, ni la alfombra roja de la escalera de mármol, y quedan pocas piezas del mobiliario original: una mesa de madera en el living y la estufa a leña con su estructura frontal de madera.
En otras habitaciones sobreviven dos pesados aparadores, un piano desafinado y poco más. Muchas de las cosas se vendieron por antiguos propietarios y algunas de menor valor resultaron robadas, por ejemplo un par de arañas, sustituidas con lámparas de bajo consumo, como las que se ven en todos los picos de luz del famoso castillo Idiarte Borda.
El 4 de octubre se cumplirán dos años desde que la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación lo recibió en comodato de parte de la empresa Participaciones Marvila (actualmente denominada Microspermun), la actual propietaria.
Durante el primer año y medio, la vivienda sufrió actos vandálicos, como ser rotura de vidrios, y también robos variados, entre otros el de una reja, poco antes colocada.
"Al principio, prácticamente todas las semanas había un evento distinto, siempre pasaba algo. Pero la única manera de corregir los actos vandálicos es permanecer ahí, anque bueno, solo la seguridad nos cuesta miles de dólares al año", dijo a El País Alberto Quintela, el director general de la Comisión del Patrimonio Cultural.
Para dar seguridad al inmueble y también a sus jardines, declarados Monumentos Históricos Nacionales, nunca llegó a contratarse un servicio policial 222, sino que se optó por empresas de seguridad que, si bien se mantenían en un horario extenso, no cubrían las 24 horas. Por tal motivo se reforzaron los controles hasta instalar un sistema de cámaras y alarmas de rápida respuesta.
Dos construcciones ubicadas al fondo, una especie de cobertizo y un galpón o cochera, debieron tapiarse con bloques o cerrado con cadenas para impedir su ocupación.
Alberto Quintela, dijo a El País que resulta impensable que la Comisión, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, llegue a comprar la majestuosa casa quinta.
Los actuales dueños, empresarios españoles, pidieron un millón de euros la última vez que la pusieron a la venta y no encontaron adquirentes.
"Es una propiedad muy importante para Colón, Montevideo y todo el país, construida por el arquitecto Alfred Massüe, una obra magnífica, preciosísima, pero para nosotros es inabordable por esa cantidad de dinero", afirmó el director Alberto Quintela a El País.
La icónica edificación sirvió para que en ella funcionara un salón de té o una congregación espiritual, para la organización de eventos, sobre todo de sofisticadas fiestas de casamiento. También fue set de filmaciones y hasta casi se convierte en casino. Los últimos propietarios manejaron además la idea de reconvertirlo en hotel, proyecto que no prosperó por la rígida saga de impedimentos legales a los que quedan sometidos todos los edificios declarados Monumento Histórico.
Por la evolución del entorno, la instalación de asentamientos irregulares, el estrechamiento de la zona rural y la consiguiente desaparición de quintas, el castillo de Idiarte Borda fue quedando casi cercado y fantasmal, como tantas otras mansiones del barrio, todas las cuales demandan altos costos fijos y de mantenimiento.
El director de la Comisión del Patrimonio Cultural, Alberto Quintela, expresó sin embargo cierto grado de expectativa en relación a un mejoramiento del entorno, a raíz de las propias actividades artísticas y de divulgación desplegadas en el castillo Idiarte Borda, y por algunas obras en marcha.
Zona a reciclar.
"Estar en Colón es una apuesta a la convivencia. La seguridad mejoró un poco y hay que mejorar sin duda las condiciones de vida de muchos pobladores; pero paradojalmente, varios de esos habitantes que viven en asentamientos están trabajando también en las actividades del castillo Idiarte Borda", dijo Quintela, quien piensa que el paisaje social será dinamizado con la construcción del Espacio Colón-Villa Colón.
"Con los vecinos hicimos un extenso listado de bienes patrimoniales; figuran desde los árboles de las calles Iturbe y Gioia, la torre de agua hecha por Dieste en el Complejo América, o la propia estructura urbana de Colón, que es tan agradable, como la avenida Lezica, las palmeras de la calle Andrés, y el viejo Observatorio del Colegio Pío, al que hemos ido con nuestros técnicos para ver cómo damos una mano. En la medida que Villa Colón se mantenga verde, como un lugar espacioso, una especie de villa de recreo, creo que tiene muchas posibilidades de reciclarse, y de tener actividades turísticas", sostuvo el director Alberto Quintela.
Por otro lado, se acaba de declarar de interés patrimonial los Portones de Giot, muy próximos al castillo. Perfecto Giot fue el fundador de Villa Colón a mediados del siglo XIX. Pensó el diseño de las calles y plazas al estilo del parque Monceau de París, y plantó miles de árboles que en la actualidad continúan siendo atractivos del lugar. El pionero francés se había instalado en la zona en 1860 y construyó el hote,l que llevaba su nombre, en el año 1875, sobre la calle Lanús, muy cercana al castillo Idiarte Borda.
Actividades.
La Comisión del Patrimonio financia hoy el mantenimiento de la casa y el jardín, los gastos de energía eléctrica, agua, y la seguridad.
Las actividades culturales son gratuitas y están reguladas por un grupo de vecinos a punto de ser habilitado como una asociación civil. Talleres de música o clases de ballet para niñas se cumplen dentro de algunas de las decenas de habitaciones que tiene el castillo, y otras, por ejemplo para adultos, en los envolventes jardines que rodean la finca.
La Intendencia de Montevideo colabora en tanto con su programa Esquinas, aportando docentes en algunas disciplinas artísticas. "Los vecinos aportan voluntariamente su trabajo", explicó Quintela.
En el castillo se han efectuado también seminarios, cursos o conferencias con expertos internacionales y reuniones de los integrantes de la Comisión.
Una isla francesa en medio de Villa Colón
En el ejercicio de la presidencia de la República, Juan Idiarte Borda mandó construir el castillo en 1896. Pensaba vivir allí entre los meses de primavera y verano. Fue la edificación particular más importante en ese entonces de Villa Colón. No pudo empero ni habitarla ni verla terminada. Fue víctima del único magnicidio registrado en la historia de Uruguay.
El 25 de agosto de 1897, un solitario atacante, Avelino Arredondo, lo asesinó de un impacto de bala que dio en su corazón, frente al Club Uruguay.
El castillo es de estilo Luis XIII y casi vino desarmado de Francia. Tiene cinco niveles: el subsuelo, con un amplísimo sótano que abarca casi toda la superficie del castillo; la planta baja; dos pisos superiores, dos bohardillas, dos torrecillas y dos azoteas. El entorno se compone por un amplio jardín en donde hubo estatuas de mármol y de bronce, y que hoy sigue teniendo añosos ejemplares de abedules, araucarias, casuarinas, robles y cedros, entre otros.
Como un programa de "casa quinta", los técnicos explican que "responde al tipo de vivienda isla, extrovertida, implantada en un amplio predio de aproximadamente dos hectáreas y media".
En plena vigencia del historicismo, el neoclasicismo francés se refleja en techados curvos entejados.
En su interior se destaca el refinamiento de los artesanos, la carpintería, y el revestimiento de algunas paredes con gobelinos.
En años anteriores a 2006, se recuperó partes del castillo, que funcionó como restorán, y como salón de té. Por esa fecha lo compró una empresa familiar española, quien costeó nuevas restauraciones. Allí se rodaron cortos publicitarios, películas y producciones de fotos.
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