Estoy viviendo un sueño”
Hugo Millán, escenógrafo y vestuarista de El corsario, la nueva puesta del Ballet del Sodre que se estrena el 3 de abril, conversó con El Observador sobre su segunda incursión en un género que lo maravilla
- Viste que los sueños son como las estrellas, guían tu camino, pero son inalcanzables. Pero yo creo que estoy viviendo un sueño ya. Para mí el ensayo general de El lago de los cisnes fue inolvidable. Yo no podía creer lo que estaba viendo”, dice Hugo Millán, y quien sabe cuántas veces más se le habrán humedecido los ojos al evocar la puesta del año pasado del clásico de Piotr Ilich Chaikovski del Ballet Nacional del Sodre (BNS), para la que realizó el vestuario.
- El escenógrafo y vestuarista, nacido en Mercedes hace 55 años y con una larga trayectoria en el teatro y el carnaval, recuerda ese momento entre las butacas vacías de la sala Hugo Balzo, donde un enorme telón yace desplegado en el piso. A simple vista solo es un manchón rojo rodeado de negro, pero en pocos días se transformará en el decorado de un mundo de fantasía, el exterior del palacio de El corsario, ballet del siglo XIX sobre piratas y harenes de mujeres cautivas que el BNS presentará del 3 al 16 de abril.
- Se trata de una reposición de la obra presentada en 2011 (con coreografía de Anna-Marie Holmes, quien continúa la versión de Marius Petipa y Jules Perrot, y con música de Adolphe Adam, Cesare Pugni, Leo Delibes, Ricardo Drigo y Prince Oldenbourg), pero que esta vez contará con la producción de escenografía y vestuario de Millán. El mercedario realiza de esta forma su segundo trabajo con el cuerpo de danza dirigido por Julio Bocca, el cual es confeccionado por el taller del Sodre, donde trabajan seis personas para los telones, 12 en vestuario y otras ocho en accesorios, tocados y maquillaje.
- ¿Lloró también en el ensayo general de El lago de los cines?, es la pregunta que aparece tras su emoción. “Ah, fue impresionante”, recuerda Millán y ríe al evocar las emociones que confluyeron en el escenario cuando vio materializarse su sueño en el cuerpo de los bailarines. “Ya veníamos haciendo ensayos, pero el ensayo general es el general. En el anterior el presentador del palacio estaba en camiseta de Metallica, calzas y un sombrero. Aquello era impagable”, dice y lo asaltan otros recuerdos, como la primera vez que vio El lago de los cisnes décadas atrás, sin siquiera sospechar que él algún día formaría parte del que es considerado uno de los ballets más bellos de la historia.
- También rememoró los tiempos en que en la Escuela de Arte Dramático le enseñaron a hacer tutús, y no prestó atención porque pensaba que era un conocimiento que nunca iba a usar en la vida. “Cuando me llamaron para hacer esto creí que me daba un ataque. Y dije: ‘Esto es una venganza’”, comenta Millán quien cojea levemente de una pierna, secuela de una caída no tratada que se hizo 15 días antes del estreno de El lago de los cisnes, producto de “la locura que tenía”.
- Para Millán todo comenzó por su afición al dibujo y su interés en la construcción, lo que derivó en su profesión de escenógrafo. “Empecé a trabajar en el mundo de la ilustración y el diseño gráfico y comencé con el tema de la vestimenta porque mi madre es modista. Un día me dijeron: ‘¿Vos te animás a hacer los sombreros?’ y dije que sí”, comenta el artista.
- El salto al ballet significó todo un cambio, romper estructuras y preconceptos, incorporar los aspectos funcionales necesarios para el baile al diseño. “Fue toda una sorpresa. Hay materiales, por ejemplo, que son muy seductores pero acá no funcionan. No pueden tener mucha elasticidad porque la idea es que el vestuario dure 10 años y entonces había que pensar por corte y forma y no por elasticidad”.
- Y si en El lago de los cisnes Millán trabajó mucho con el color, enEl corsario esto “explota”. “Porque es Oriente y además es la visión de Oriente vista por el Occidente del siglo XIX. La referencia cromática que tenemos de este mundo es el de Las mil y una noches y evidentemente es un mundo mucho más exótico y cargado de fantasía y color. También tenemos el mundo pirata, el harén, el palacio, el bazar”, comenta el artista, quien se inspiró en la obra de Antoni Gaudí y Gustav Klimt para la escenografía.
- Con la gama cromática, Millán pretende romper estructuras. “El color en Uruguay es un tema, hay bastante preconcepto y es un miedo contemporáneo. Hay cosas que tienen que ver con nuestra forma de ser, con nuestro paisaje, con nuestro entorno, culturalmente la paleta Torres García, los referentes que tenemos, son colores bajos, el clima, el agua, el río”, destaca.
- En el vestuario, no obstante, “hay que tomar referentes, es más difícil romper (con todo) porque si vas a ver una odalisca, querés ver una odalisca, el descontrol ahí es más complicado. Lo que sí trabajé en el harén fue que cromáticamente aludiera a lo femenino, a la desnudez, por eso los colores están relacionados con la piel: rosas, duraznos, salmón, pálidos y el rojo”.
- Millán realizó el diseño para El corsario en setiembre, luego Bocca dio el visto bueno y en diciembre empezaron a trabajar, algo que se mantendrá hasta el día del estreno. “Yo tengo marcada la hora en que terminé el vestuario de El lago de los cisnes. La última perla la cosí yo y fue a las 18.20 del día del estreno”.
- Millán, quien obtuvo un premio Florencio en 2003 por El vampiro del jockey (El errante de Nod) y trabajó 25 años realizando vestuarios de murgas como Agarrate Catalina y Curtidores de Hongos, cree que su tiempo en el carnaval terminó y espera poder continuar con el ballet, ese mundo de fantasía y delicadeza que esconde por dentro una “máquina infernal de esfuerzo y energía”.
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