viernes, 30 de mayo de 2014

Juan Carlos Onetti


El interrogatorio



¿El principal rasgo de su carácter? – La pereza.
¿La cualidad que desea en un hombre? – La bondad.
¿La cualidad que prefiere en una mujer? – La ternura.
¿Lo qué más aprecia en sus amigos? – Lealtad.
¿Su principal defecto? – Ninguno.
¿Su ocupación preferida? – Leer novelas policiales
¿Su sueño de dicha? – Whisky y una buena novela policial que todavía no he leído.
¿Cuál sería su mayor desdicha? – Superstición. No la nombro.
¿Qué quisiera ser? – Yo, en las condiciones presentes, pero con veinte años.
¿Dónde desearía vivir? – En cualquier sitio, pero de rentas.
¿El color que prefiere? – El rojo.
¿La flor que prefiere? – La rosa amarilla.
¿El pájaro que prefiere? – El gorrión.
¿Sus autores preferidos? – La Biblia, Faulkner, Proust, Céline, Dostojewski, Cervantes, Hemingway.
¿Sus poetas preferidos? – Shakespeare, Walt Whitmann, Pablo Neruda, César Vallejo, Luis Rosales.
¿Sus héroes de ficción? – Los que yo invento
¿Sus héroinas favoritas de ficción? – Las que yo invento.
¿Sus compositores preferidos? – Tchaikowsky, Prokofiev, Beethoven, Ravel, Mozart.
¿Sus pintores predilectos? – Gaugin, Van Gogh, Picasso, Goya, Klee, Braque.
¿Sus héroes de la vida real? – El Che Guevara.
¿Sus héroinas de la vida real? —
¿Su nombre preferido? – María.
¿Que detesta más que nada? – Ver sufrir sin poder hacer nada para remediarlo.
¿Qué caracteres históricos desprecia más? – Los dictadores.
¿Qué hecho militar admira más? – La campaña de Napoleón en Italia.
¿Qué reforma admira más? – Ninguna evitará la muerte.
¿Qué dones naturales quisiera tener? – Hacerme invisible.
¿Cómo le gustaría morir? – De ninguna manera.
¿Estado presente de espíritu? – Resignado.
¿Hechos que le inspiran más indulgencia? – Todo lo que se haga por amor.
¿Su lema? – Que me dejen en paz.

(Miradas sobre Onetti, Montevideo 1995, Coord. Omar Prego)

Bienvenido, Bob

Juan Carlos Onetti

Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de cenizas la solapa de sus trajes claros.
Igualmente lejos -ahora que se llama Roberto y se emborracha con cualquier cosa, protegiéndose la boca con la mano sucia cuando toso- del Bob que tomaba cerveza, dos vasos solamente en la más larga de las noches, con una pila de monedas de diez sobre su mesa de la cantina del club, para gastar en la máquina de discos. Casi siempre solo, escuchando jazz, la cara soñolienta, dichosa y pálida, moviendo apenas la cabeza para saludarme cuando yo pasaba, siguiéndome con los ojos tanto tiempo como yo me quedara, tanto tiempo como me fuera posible soportar su mirada azul detenida incansablemente en mí, manteniendo sin esfuerzo el intenso desprecio y la burla más suave. También con algún otro muchacho, los sábados, alguno tan rabiosamente joven como él, con quien conversaba de solos, trompas y coros y de la infinita ciudad que Bob construiría sobre la costa cuando fuera arquitecto. Se interrumpía al verme pasar para hacerme el breve saludo y no sacar los ojos de mi cara, resbalando palabras apagadas y sonrisas por una punta de la boca hacia el compañero que terminaba siempre por mirarme y duplicar en silencio el silencio y la burla.
A veces me sentía fuerte y trataba de mirarlo: apoyaba la cara en una mano y fumaba encima de mi copa mirándolo sin pestañear, sin apartar la atención de mi rostro que debía sostenerse frío, un poco melancólico. En aquel tiempo Bob era muy parecido a Inés; podía ver algo de ella en su cara a través del salón del club, y acaso alguna noche lo haya mirado como la miraba a ella. Pero casi siempre prefería olvidar los ojos de Bob y me sentaba de espaldas a él y miraba las bocas de los que hablaban en mi mesa, a veces callado y triste para que él supiera que había en mí algo más que aquello por lo que había juzgado, algo próximo a él; a veces me ayudaba con unas copas y pensaba "querido Bob, andá a contárselo a tu hermanita", mientas acariciaba las manos de las muchachas que estaban sentadas a mi mesa o estiraba una teoría sobre cualquier cosa, para que ellas rieran y Bob lo oyera.
Pero ni la actitud ni la mirada de Bob mostraban ninguna alteración en aquel tiempo, hiciera yo lo que hiciera. Sólo recuerdo esto como prueba de que él anotaba mis comedias en la cantina. Tenía un impermeable cerrado hasta el cuello, las manos en los bolsillos. Me saludó moviendo la cabeza, miró alrededor enseguida y avanzó en la habitación como si me hubiera suprimido con la rápida cabezada: lo vi moverse dando vueltas a la mesa, sobre la alfombra, andando sobre ella con sus amarillentos zapatos de goma. Tocó una flor con un dedo, se sentó en el borde de la mesa y se puso a fumar mirando el florero, el sereno perfil puesto hacia mí, un poco inclinado, flojo y pensativo. Imprudentemente -yo estaba de pie recostado contra el piano- empuje con mi mano izquierda una tecla grave y quedé ya obligado a repetir el sonido cada tres segundos, mirándolo.
Yo no tenía por él más que odio y un vergonzante respeto, y seguí hundiendo la tecla, clavándola con una cobarde ferocidad en el silencio de la casa, hasta que repentinamente quedé situado afuera, observando la escena como si estuviera en lo alto de la escalera o en la puerta, viéndolo y sintiéndolo a él, Bob, silencioso y ausente junto al hilo de humo de su cigarrillo que subía temblando; sintiéndome a mí, alto y rígido, un poco patético, un poco ridículo en la penumbra, golpeando cada tres exactos segundos la tecla grave con mi índice. Pensé entonces que no estaba haciendo sonar el piano por una incomprensible bravata, sino que lo estaba llamando; que la profunda nota que tenazmente hacía renacer mi dedo en el borde de cada última vibración era, al fin encontrada, la única palabra pordiosera con que podía pedir tolerancia y comprensión a su juventud implacable. Él continuó inmóvil hasta que Inés golpeó la puerta del dormitorio antes de bajar a juntarse conmigo. Entonces Bob se enderezó y vino caminando con pereza hasta el otro extremo del piano, apoyó un codo, me miró un momento y después dijo con una hermosa sonrisa: "¿Esta noche es una noche de lecho o de whisky? ¿Ímpetu de salvación o salto en el vacío?".
No podía contestarle nada, no podía deshacerle la cara de un golpe; dejé de tocar y fui retirando lentamente la mano del piano. Inés estaba en la mitad de la escalera cundo él me dijo: "Bueno, puede ser que usted improvise".
El duelo duró tres o cuatro meses, y yo no podía dejar de ir por las noches al club -recuerdo, de paso, que había campeonato de tenis por aquel tiempo- porque cuando me estaba por algún tiempo sin aparecer por allí, Bob saludaba mi regreso aumentando el desdén y la ironía en sus ojos y se acomodaba en el asiento con una mueca feliz.
Cuando llegó el momento de que yo no pudiera desear otra solución que casarme con Inés cuanto antes, Bob y su táctica cambiaron. No sé cómo supo mi necesidad de casarme con su hermana y de cómo yo había abrazado esa necesidad con todas las fuerzas que me quedaban. Mi amor por aquella necesidad había suprimido el pasado y toda atadura con el presente. No reparaba entonces en Bob; pero poco tiempo después hube de recordar cómo había cambiado en aquella época y alguna vez quedé inmóvil, de pie en la esquina, insultándolo entre dientes, comprendiendo que entonces su cara había dejado de ser burlona y me enfrentaba con seriedad y un intenso cálculo, como se mira un peligro o una tarea compleja, como se trata de valorar el obstáculo y medirlo con las fuerzas de uno. Pero yo no le daba ya importancia y hasta llegué a pensar que en su cara inmóvil y fija estaba naciendo la comprensión por lo fundamental mío, por un viejo pasado de limpieza que la adorada necesidad de casarme con Inés extraía de debajo de los años y sucesos para acercarme a él.
Después vi que estaba esperando la noche; pero lo vi recién cuando aquella noche llegó Bob y vino a sentarse a la mesa donde yo estaba solo y despidió al mozo con una seña. Esperé un rato mirándolo, era tan parecido a ella cuando movía las cejas; y la punta de la nariz, como a Inés, se le aplastaba un poco cuando conversaba. "Usted no va a casarse con Inés", dijo después. Lo miré, sonreí, dejé de mirarlo. "No, no se va a casar con ella porque una cosa así se puede evitar si hay alguien de veras resuelto a que se haga". Volví a sonreírme. "Hace unos años -le dije- eso me hubiera dado muchas ganas de casarme con Inés. Ahora no agrega ni saca. Pero puedo oírlo, si quiere explicarme...". Enderezó la cabeza y continuó mirándome en silencio; acaso tuviera prontas las frases y esperaba a que yo completara la mía para decirlas. "Si quiere explicarme por qué no quiere que yo me case con ella", pregunté lentamente y me recosté en la pared. Vi enseguida que yo no había sospechado nunca cuánto y con cuanta resolución me odiaba; tenía la cara pálida, con una sonrisa sujeta y apretada con los labios y dientes. "Habría que dividirlo por capítulos -dijo-, no terminaría en la noche".
"Pero se puede decir en dos o tres palabras. Usted no se va a casar con ella porque usted es viejo y ella es joven. No sé si usted tiene treinta o cuarenta años, no importa. Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios". Chupó el cigarrillo apagado, miró hacia la calle y volvió a mirarme; mi cabeza estaba apoyada contra la pared y seguía esperando. "Claro que usted tiene motivos para creer en lo extraordinario suyo. Creer que ha salvado muchas cosas del naufragio. Pero no es cierto". Me puse a fumar de perfil a él; me molestaba, pero no le creía; me provocaba un tibio odio, pero yo estaba seguro de que nada me haría dudar de mí mismo después de haber conocido la necesidad de casarme con Inés. No; estábamos en la misma mesa y yo era tan limpio y tan joven como él. "Usted puede equivocarse -le dije-. Si usted quiere nombrar algo de lo que hay deshecho en mí...". "No, no -dijo rápidamente-, no soy tan niño. No entro en ese juego. Usted es egoísta; es sensual de una sucia manera. Está atado a cosas miserables y son las cosas las que lo arrastran. No va a ninguna parte, no lo desea realmente. Es eso, nada más; usted es viejo y ella es joven. Ni siquiera debo pensar en ella frente a usted. Y usted pretende...". Tampoco entonces podía yo romperle la cara, así que resolví prescindir de él, fui al aparato de música, marqué cualquier cosa y puse una moneda. Volví despacio al asiento y escuché. La música era poco fuerte; alguien cantaba dulcemente en el interior de grandes pausas. A mi lado Bob estaba diciendo que ni siquiera él, alguien como él, era digno de mirar a Inés a los ojos. Pobre chico, pensé con admiración. Estuvo diciendo que en aquello que él llama vejez, lo más repugnante, lo que determinaba la descomposición era pensar por conceptos, englobar a las mujeres en la palabra mujer, empujarlas sin cuidado para que pudieran amoldarse al concepto hecho por una pobre experiencia. Pero -decía también- tampoco la palabra experiencia era exacta. No había ya experiencias, nada más que costumbre y repeticiones, nombres marchitos para ir poniendo a las cosas y un poco crearlas. Más o menos eso estuvo diciendo. Y yo pensaba suavemente si él caería muerto o encontraría la manera de matarme, allí mismo y enseguida, si yo le contara las imágenes que removía en mí al decir que ni siquiera él merecía tocar a Inés con la punta de un dedo, el pobre chico, o besar el extremo de sus vestidos, la huella de sus pasos o cosas así. Después de una pausa -la música había terminado y el aparato apagó las luces aumentando el silencio-, Bob dijo "nada más", y se fue con el andar de siempre, seguro, ni rápido ni lento.
Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha. Es cierto que volví a estar con ella dos noches después en la entrevista habitual, y un mediodía en un encuentro impuesto por mi desesperación, inútil, sabiendo de antemano que todo recurso de palabra y presencia sería inútil, que todos mis machacantes ruegos morirían de manera asombrosa, como si no hubieran sido nunca, disueltos en el enorme aire azul de la plaza, bajo el follaje de verde apacible en mitad de la buena estación.
Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha. Pero cómo hablar a Inés, cómo tocarla, convencerla a través de la repentina mujer apática de las dos últimas entrevistas. Cómo reconocerla o siquiera evocarla mirando a la mujer de largo cuerpo rígido en el sillón de su casa y en el banco de la plaza, de una igual rigidez resuelta y mantenida en las dos distintas horas y los dos parajes; la mujer de cuello tenso, los ojos hacia delante, la boca muerta, las manos plantadas en el regazo. Yo la miraba y era "no", sabía que era "no" todo el aire que la estaba rodeando.
Nunca supe cuál fue la anécdota elegida por Bob para aquello; en todo caso, estoy seguro de que no mintió, de que entonces nada -ni Inés- podía hacerlo mentir. No vi más a Inés ni tampoco a su forma vacía y endurecida; supe que se casó y que no vive ya en Buenos Aires. Por entonces, en medio del odio y del sufrimiento me gustaba imaginar a Bob imaginando mis hechos y eligiendo la cosa justa o el conjunto de cosas que fue capaz de matarme en Inés y matarla a ella para mí.
Ahora hace cerca de un año que veo a Bob casi diariamente, en el mismo café, rodeado de la misma gente. Cuando nos presentaron -hoy se llama Roberto- comprendí que el pasado no tiene tiempo y el ayer se junta allí con la fecha de diez años atrás. Algún gastado rastro de Inés había aún en su cara, y un movimiento de la boca de Bob alcanzó para que yo volviera a ver el alargado cuerpo de la muchacha, sus calmosos y desenvueltos pasos, y para que los mismos inalterados ojos azules volvieran a mirarme bajo un flojo peinado que cruzaba y sujetaba una cinta roja. Ausente y perdida para siempre, podía conservarse viviente e intacta, definitivamente inconfundible, idéntica a lo esencial suyo. Pero era trabajoso escarbar en la cara, las palabras y los gestos de Roberto para encontrar a Bob y poder odiarlo. La tarde del primer encuentro esperé durante horas a que se quedara solo o saliera para hablarle y golpearlo. Quieto y silencioso, espiando a veces su cara o evocando a Inés en las ventanas brillantes del café, compuse mañosamente las frases del insulto y encontré el paciente tono con que iba a decírselas, elegí el sitio de su cuerpo donde dar el primer golpe. Pero se fue al anochecer acompañado por tres amigos, y resolví esperar, como había esperado él años atrás, la noche propicia en que estuviera solo.
Cuando volví a verlo, cuando iniciamos esta segunda amistad que espero no terminará ya nunca, dejé de pensar en toda forma de ataque. Quedó resuelto que no le hablaría jamás de Inés ni del pasado y que, en silencio, yo mantendría todo aquello viviente dentro de mí. Nada más que esto hago, casi todas las tardes, frente a Roberto y las caras familiares del café. Mi odio se conservará cálido y nuevo mientras pueda seguir viviendo y escuchando a Roberto; nadie sabe de mi venganza, pero la vivo, gozosa y enfurecida, un día y otro. Hablo con él, sonrío, fumo, tomo café. Todo el tiempo pensando en Bob, en su pureza, su fe, en la audacia de sus pasados sueños. Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza para cinco millones de habitantes, a lo largo de la costa del río; el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de los jóvenes contra los viejos, el Bob dueño del futuro y del mundo. Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca, trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una mujer a quien nombra "mi señora"; el hombre que se pasa estos largos domingos hundido en el asiento del café, examinando diarios y jugando a las carreras por teléfono.
Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un destruido y lejano Bob le dicta algunas veces y que sólo sirven para que mida con exactitud hasta donde está emporcado para siempre.
No sé si nunca en el pasado he dado la bienvenida a Inés con tanta alegría y amor como diariamente le doy la bienvenida a Bob al tenebroso y maloliente mundo de los adultos. Es todavía un recién llegado y de vez en cuando sufre sus crisis de nostalgia. Lo he visto lloroso y borracho, insultándose y jurando el inminente regreso a los días de Bob. Puedo asegurar que entonces mi corazón desborda de amor y se hace sensible y cariñoso como el de una madre. En el fondo sé que no se irá nunca porque no tiene sitio donde ir; pero me hago delicado y paciente y trato de conformarlo. Como ese puñado de tierra natal, o esas fotografías de calles y monumentos, o las canciones que gustan traer consigo los inmigrantes, voy construyendo para él planes, creencias y mañanas distintos que tienen luz y el sabor del país de juventud de donde él llegó hace un tiempo. Y él acepta; protesta siempre para que yo redoble mis promesas, pero termina por decir que sí, acaba por muequear una sonrisa creyendo que algún día habrá de regresar al mundo de las horas de Bob y queda en paz en medio de sus treinta años, moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones, las formas repulsivas de los sueños que se fueron gastando bajo la presión distraída y constante de tantos miles de pies inevitables.




Ponga ‘un lennon’ en su vida



Un centenar de dibujos y cartas del líder de los Beatles se subastarán el martes en Nueva York


En 1963 el periodista estadounidense Michael Braun recibió el encargo de escribir un libro sobre la escena pop de aquellos años. Pocos meses después, el plumilla se daba de bruces con un tesoro inesperado: una montaña de material original de John Lennon, dibujos garabateados en servilletas, cartas manuscritas, ilustraciones de todo tipo y pelaje. El jefe de Braun, un editor llamado Tom Maschler, vio en el material un libro para iniciados y se reunió con el líder de los Beatles para proponerle la idea. “Tenía muy clara cuál iba a ser mi oferta: 10.000 libras. Y eso es lo que le ofrecí”,  cuenta Maschler en la introducción del catálogo de Sotheby´s, donde el próximo martes, en su sede de Nueva York, se subastará todo ese material, en la que se convertirá en la venta más grande jamás realizada de material original del añorado Lennon.


El músico aceptó la oferta del editor y pocos meses después, el 23 de marzo de 1964, aparecía In his own write, un libro que reproducía el universo literario y artístico de Lennon y  aspiraba a convertirse en una pequeña obra de culto. “Nuestra tirada inicial era de 20.000 ejemplares. Pronto tuvimos que imprimir 50.000 más y tres semanas después otra de 100.000. Al final se vendieron más de 600.000 copias” cuenta Maschler, al que el apabullante éxito del volumen cogió por sorpresa.


Seguramente habrá muchas personas que no sepan quien es Tom Maschler, uno de los editores más importantes e influyentes del  siglo XX. No sólo publicó a más de una docena de premios Nobel, incluyendo a Gabriel García Márquez, Pablo Neruda o Mario Vargas Llosa, sino que por sus manos pasaron escritores del tamaño de Kurt Vonnegut, Philip Roth o Tom Wolfe… Pero Mascher hizo algo más importante: creó el premio Booker, lo sustentó y promocionó con sus propios medios hasta convertirlo en el galardón de ficción más importante del mundo. La combinación entre el talento de Lennon y la mirada de Mascher crearon una obra absolutamente relevante y que 50 años después todo ello salga a subasta es algo extraordinario”, explica Sarah Hodgson quien, junto a su socia Carey Wallace, se ha encargado del comisariado y la valoración de los dibujos y cartas de Lennon.
En total más de 100 obras se verán en una subasta que ha levantado inusitada expectación. "Uno puede llevarse a casa una obra de John Lennon por unos 2.500 euros a pesar de que también hay algunas piezas que ya de salida alcanzarán los 50.000 euros", puntualiza Hodgson. Los dibujos, llenos del humor sardónico que caracterizaba a Lennon, recorren todos los tópicos de la época: poder de la prensa, religión y sus consecuencias, exceso de sexo y pompa que rodeaba a los Beatles hasta experiencias mucho más personales, todo ello con un lenguaje que ahonda en la incorrección política. “En Neville Club, por ejemplo, Lennon explora su relación con las drogas. Probó por primera vez la marihuana en 1964 cuando Bob Dylan le animó a ello y desde ese momento inició su relación con alucinógenos y opiáceos. El material está lleno de esa clase de reflexiones sobre toda suerte de sujetos: de la poesía a la televisión de la época, donde se burlaba de los culebrones o del racismo imperante”, explica Hodgson. Lennon regaló a Mascher la totalidad de sus obras y juntos hicieron un segundo volumen, A spaniard in the works, antes de emprender caminos separados.
Los curiosos, compradores o no, pueden pasarse por la sede de Sotheby’s en la ciudad de los rascacielos, donde, desde ayer, se pueden ver los originales que a partir del martes formarán parte de la subasta más importante de la historia ilustrada de John Lennon.
 Barcelona

Citan a declarar al vicepresidente de Argentina

La Justicia argentina citó a declarar al vicepresidente del país, Amado Boudou, en la causa que investiga el llamado caso Ciccone.


El vicepresidente está acusado de "negociaciones incompatibles con la función pública" y tendrá que prestar declaración el próximo 15 de julio.


El juez Ariel Lijo aseguró en su resolución que "aprovechando su condición de funcionario publico", Boudou habría tenido "injerencia" para que una compañía impresora de dinero que había quebrado, Ciccone Calcográfica, fuera condonada por el fisco y quedase en manos de un empresario acusado de ser su testaferro.
La causa judicial contra el vicepresidente lo ha puesto bajo un intenso escrutinio público debido al supuesto favorecimiento que dio a la imprenta.
El jefe de Gabinete de la presidenta, Jorge Capitanich, aseguró este viernes que "siempre se ha manifestado su voluntad (de Boudou) de cumplir con las instancias judiciales. Está a disposición de la justicia como siempre".
Según el corresponsal de BBC Mundo en Buenos Aires, Ignacio de los Reyes, los niveles de popularidad de Boudou han caído vertiginosamente en los últimos años por los escándalos de supuesta corrupción.

UN CUADRO DE TORRES GARCÍA SE VENDE POR 1,565 MILLONES EN NUEVA YORK


Vendido al señor


Un cuadro de Joaquín Torres García se vendió por 1,565 millones de dólares en la subasta de arte latinoamericano que celebró la casa Christie's en Nueva York, y en la que también se remataron obras de artistas destacados como Fernando Botero o Rufino Tamayo.


Composición TSF", un óleo sobre lienzo que Torres García pintó en 1931, se adjudicó por esa cantidad incluyendo impuestos y comisiones, en lo que fue la cifra más elevada de la jornada.
El cuadro del artista uruguayo (1874-1949) tenía un precio calculado entre 1-1,5 millones de dólares por Christie's.
Otra obra destacada vendida fue "Hombre yendo a la oficina", del colombiano Botero, que se vendió por 1,445 millones de dólares, tras haber estado estimado entre 1,2 y 1,8 millones de dólares.
Por su parte, una de las típicas pinturas de charros del mexicano Ernesto Icaza se vendió por 905.000 dólares, mientras que "Dialogue", del mexicano Rufino Tamayo, se adjudicó en 845.000 dólares.
La subasta de hoy totalizó 17,614 millones de dólares y mostró que el arte moderno y contemporáneo latinoamericano sigue teniendo buena acogida en el mercado.
Virgilio Garza, responsable de arte latinoamericano en Christie's, destacó tras la venta que se vendieron 16 de las 19 obras de Botero que salieron a subasta, por un total de 3,4 millones de dólares.
También recordó que se registró un nuevo récord para una obra de Tamayo sobre papel, "Mujer con sandía", que se vendió con 473.000 dólares.

Con información de EFE



Buenas notas


La agencia calificadora de riesgo Moody´s Investors Service anunció anoche que elevó la calificación crediticia de los títulos de deuda soberana de Uruguay a "Baa2" con perspectiva estable.


Esta es la primera vez que una de las tres calificadoras más reconocidas a nivel global
eleva la categoría de la deuda uruguaya un escalón por encima del mínimo nivel de
Grado Inversor. De esta manera, Uruguay consolida la mejora crediticia alcanzada en
los últimos años, especialmente tras haber recuperado el Grado Inversor en abril de
2012.

La nota de "Baa2" ubica a la economía uruguaya al mismo nivel de calificación que
Perú y Brasil, de acuerdo al criterio de esta misma agencia calificadora, y por encima de
la nota de Colombia que ubica en "Baa3".

Según Moody´s, los pilares que apuntalaron esta nueva mejora fueron: la consolidación
del perfil crediticio de la deuda del Gobierno; la continuidad del crecimiento económico
basado en altos niveles de inversión y ganancias de productividad; una menor
exposición al riesgo regional; y una mayor diversificación de su base exportadora. En el
actual contexto de incertidumbre y riesgos en los mercados de capitales, Moody´s
considera que la economía uruguaya luce menos vulnerable a los eventuales shocks
provenientes de la región y a aquellos relacionados con el precio de los commodities.



Japón erige en Fukuyima gigantesco muro de hielo para frenar radiactividad


En los primeros días de junio comenzará la construcción de una barrera de agua helada de 1,5 quilómetros de largo para evitar que líquidos radiactivos sigan llegando al mar



La Autoridad de Regulación Nuclear de Japón autorizó a la empresa que opera la central eléctrica de Fukushima –TEPCO- a construir lo antes posible, un muro de hielo, como intento de contener las constantes fugas de agua radiactiva que terminan en el mar.
La barrera helada, tendrá en principio unos 1.500 metros y rodeará los cuatro reactores que se averiaron durante el terremoto y consecuente tsunami, registrados en 2011.
Para el muro de hielo, el gobierno japonés colaborará con unos 500 millones de dólares, mientras crecen las dudas desde algunos círculos científicos sobre la eficiencia del sistema. Sin embargo hasta ahora nada ha logrado evitar las filtraciones de agua radiactiva subterráneas que concluyen más tarde o más temprano volcándose a las ya contaminadas aguas del litoral japonés.

Un sistema usado por la minería pero en escala macro

La barrera de hielo subterránea no constituye una novedad desde el punto de vista tecnológico, ya que sirvió durante varias generaciones en la minería como forma de contener aguas subterráneas. Sin embargo se trataría de la primera vez que se construye uno de este porte, además de tener que durar un tiempo ilimitado hasta el momento, algo que nunca se realizó a la fecha.
Para construir el muro, se inyectará mediante tuberías instaladas hasta una profundidad de 40 metros, líquidos refrigerantes que están muy por debajo del punto de congelación del agua, lo que se espera haga que toda la tierra subterránea del entorno de las centrales nucleares se congele y evite que el agua radiactiva, llegue hasta las napas donde no se ha contaminado todavía.
“Hemos confirmado que la posible escala del hundimiento del terreno no sería muy importante, y este era el efecto secundario que más temíamos de la construcción del muro”, puntualizó el ingeniero de la planta, Toyoshi Fuketa. Sin embargo otros ingenieros entienden que el muro puede cambiar el curso subterráneo de varios cauces, con impacto negativo en el resultado final.




Juan Carlos Onetti, el eterno olvidado


Uno de los "deportes" favoritos del autor de "El Pozo" y "La vida breve", antes de dormirse, era tratar de recordar los nombres de personas conocidas que frecuentaban el mismo bar que él o de los niños que fueron compañeros en la escuela primaria.



 "La memoria cada vez se hace más débil. aunque no tengas arterioesclerosis", dijo alguna vez el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994). El viernes se cumplirán 20 años de su muerte en Madrid, donde vivió 19 años, sin que prácticamente nadie se acuerde.

Uno de los "deportes" favoritos del autor de "El Pozo" y "La vida breve", antes de dormirse, era tratar de recordar los nombres de personas conocidas que frecuentaban el mismo bar que él o de los niños que fueron compañeros en la escuela primaria.

Pero "a veces también fracasaba", confesó en uno de los pocos reportajes que concedió en vida, ya que era un hombre retraído, hosco, que se recluyó en la cama y pasó los últimos años acostado, leyendo, bebiendo y fumando.

Fue muy escaso su contacto con el mundo exterior. Salvo en contadas ocasiones apenas recibía visitantes y en 1985 llegó a rechazar una invitación del entonces presidente de Uruguay para retornar a Montevideo cuando el país recuperaba la democracia, después de 13 años de dictadura.

Quienes lo conocieron confesaron alguna vez que Onetti guardaba un profundo resentimiento, entre otras razones, porque en 1974 fue encarcelado por integrar un jurado en un concurso literario y terminó internado en un hospital psiquiátrico.

También se sentía "muy dolido" por la falta de reconocimiento, aunque en 1980 fue galardonado con el Premio Cervantes, una de las más destacadas distinciones en el mundo de la literatura hispanoamericana.

Ese año, sin embargo, había sido propuesto para el Nobel de la Paz, que nunca recibió. En cambio fue Premio Nacional de Literatura de Uruguay (bienio 1959-1960), Gran Premio Nacional de Literatura de Uruguay (1985), Premio de la Unión Latina de Literatura (1990) y el Gran Premio Rodó a la labor intelectual (1991).

Juan Cartlos Onetti fue considerado el mejor narrador uruguayo de los últimos 50 años (1972) en una consulta realizada entre escritores por el desaparecido semanario "Marcha" de Montevideo, órgano de prensa del que fue secretario de redacción, en 1939.

El Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa lo considera uno de los autores más originales y personales, que introdujo sobre todo la modernidad en el mundo de la narrativa, pero el lector común encuentra dificultades para acercarse a ese estilo de escribir complejo, hermético, pesado y pesimista.

El autor explicó una vez que cuando se ponía a escribir, "a veces del tema más bonito, más simpático, más fantástico", siempre se le escapaba una veta de pesimismo. "Como si me desmintiera a mi mismo. Como diciendo la vida no es así. Le sirve a un tipo que está dentro de mí".

Con motivo de este nuevo aniversario de su muerte, en Uruguay no está previsto realizar ningún acto de recordación, homenaje o reconocimiento a quien legó 12 novelas, diez cuentos y numerosos artículos periodísticos principalmente en su país y Argentina, donde vivió varios períodos de su vida, entre 1930 y la década de 1950.

El autor de "El Pozo", "El astillero" y "La vida breve", presagiaba en vida que algo de ésto podría ocurrir con él y con su obra. "¿Quien va a leer a Onetti dentro de 20 años? ¿A quien le va a importar?", se preguntaba, como ha comentado en varias ocasiones su última esposa, Dolly Mur.

"La cultura no paga y la literatura menos aún" coinciden muchos intelectuales y creadores uruguayos. Este año también han pasado prácticamente inadvertidos los aniversarios de nacimiento o muerte de otras grandes figuras de las letras del país como Delmira Agustini 1886-1914), Armonía Somers (1914-1994), Mario Levrero (1940-2004), Marosa di Giorgio (1932-2004), Felisberto Hernández (1902-1964) y Mario Benedetti (1920-2009).



jueves, 29 de mayo de 2014

Su amor, su cómplice y todo

Los restos de Mario Benedetti recibieron sepultura definitiva junto a su esposa Luz López Alegre en el Cementerio Central, después de pasar cinco años en el Panteón Nacional. Daniel Viglietti definió el traslado como una forma de "conjurar a la muerte y oponerle un gesto de infinitud, de simbólica continuidad del hondo sentimiento que unió durante seis décadas a Luz y Mario".


En ausencia de Mario y de Luz, respondemos al mandato expresado por nuestro escritor de que sus restos y los de su entrañable compañera de vida se reúnan", expresó Daniel Viglietti, amigo íntimo de Benedetti y con el que compartió escenario en numerosas ocasiones, durante la ceremonia de traslado.
Autor de más de ochenta libros de poesía, novela, cuentos y ensayos, Benedetti falleció en su casa de Montevideo el 17 de mayo de 2009, y desde entonces reposaba en el Panteón Nacional del Cementerio Central, lugar de honor reservado a personajes destacados de Uruguay.
Mientras, el cuerpo de su esposa, que murió en 2006 tras una larga enfermedad, descansaba en un nicho propiedad de la familia, según aclaró a los medios el ex secretario personal de Mario Benedetti y presidente de la Fundación que lleva su nombre, Ariel Silva.
Benedetti y López Alegre se conocieron durante su juventud, se casaron en 1946 y estuvieron unidos durante más de 57 años, separados en algunos intervalos por el exilio al que se vio forzado el escritor durante la dictadura.
Precisamente este exilio, así como los viajes y reencuentros de la pareja, fueron tema central de muchos de los poemas y relatos de Benedetti, tal y como recordó la intendenta Ana Olivera, presente también en la ceremonia.
Mencionó además que una gran parte de los libros de Benedetti llevan en su primera página la dedicatoria "a Luz", a la que el escritor se refirió en alguna ocasión como a su "mengana particular".
"El compromiso de la ciudad de Montevideo es retribuirles a Mario y a Luz todo lo que nos dieron", afirmó Olivera.
El féretro de Benedetti y la urna con los restos de López Alegre comparten desde este jueves el nicho 148 del Cementerio Central de Montevideo, cerrando así un capítulo más de su "vida en común y en extraordinario", tal y como la definió el autor uruguayo en su poema "Bodas de perlas".

Fuente. EFE
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Horacio Ferrer


Horacio Arturo Ferrer Ezcurra (Montevideo2 de junio de 1933) es un escritorpoeta e historiador del tango uruguayo, nacionalizado argentino.  Compuso más de doscientas canciones y escribió varios libros de poesía e historia del tango. Es especialmente famoso por los tangos canciones realizados con Astor Piazzolla, como "Balada para un loco" -incluída entre las 100 mejores canciones latinas de la historia-,  "Chiquilín de Bachín" y de la operita María de Buenos Aires.
Amante de las pasiones populares, es hincha de Huracán en Argentina y Defensor Sporting en Uruguay. Es presidente de la Academia Nacional del Tango en la República Argentina.

Residencia en Uruguay



Nació en Montevideo en 1933 en el seno de una familia argentino-uruguaya: padre uruguayo y madre argentina.  Su padre, Horacio Ferrer Pérez, era profesor de Historia y su madre, Alicia Ezcurra Franccini, 11 años mayor que su marido, sabía más de cuatro idiomas y era sobrina biznieta de Juan Manuel de Rosas.  Su madre y de su abuelo eran aficionados a la poesía y habían conocido personalmente a Rubén DaríoAmado Nervo y Federico García Lorca, transmitiéndole ese gusto.  De su madre aprendió a recitar poesía, quien a su vez había aprendido a recitar de Alfonsina Storni.  El recitado poético aplicado a la canción popular, será una de sus grandes innovaciones en la cultura rioplatense.
Realizó estudios de arquitectura en la Universidad de la República durante ocho que no llegó a finalizar. Pero obtendría un buen empleo en esa casa de estudios, siendo designado secretario de la misma, que junto a su trabajo como periodista del diario El Día, le garantizaron la seguridad económica.
En la década del 50, con poco más de veinte años, fue uno de los realizadores del programa Selección de Tangos, en la radio montevideana, con el fin de defender las nuevas tendencias tangueras y del grupo El Club de la Guardia Nueva, para organizar recitales en Montevideo de los músicos que estaban revolucionando el tango, como Aníbal Troilo,Horacio Salgán y en especial Ástor Piazzolla, por entonces líder del famoso Octeto Buenos Aires. A partir de entonces Ferrer dirigirá programas radiales de tango por el Sodre, la cadena oficial radial uruguaya.
En la misma época fundó y dirigió la revista Tangueando, ilustrada y redactada por él mismo. A fines de la década del 50, formó parte una pequeña orquesta de tango como bandoneonista y publicó su primer libro: El Tango: su historia y evolución (1959). En 1964 publica Discepolín, poeta del hombre de Corrientes y Esmeralda y en 1965, Historia sonora del tango

Romancero canyengue

En 1967, con 34 años, se decide a publicar su primer libro de poemas, Romancero canyengue, libro que presentó recitándolo acompañado por el guitarrista Agustín Carlevaro.
Ese fue "el" momento. Lo que disparó todo fue un tema de honestidad intelectual. Yo era poeta de nacimiento, mi madre era poetisa, conoció a todos los grandes, pero hasta ahí yo no acertaba con lo que hacía. Empecé imitando a Verlaine, a Darío, a los franceses, una parafernalia, no encontraba una poesía que me perteneciera. En Montevideo había un poeta de barrio, Menecucho, que iba por los tablados en carnaval. Él recitaba sus versos y los vendía por centavos. Y terminaba diciendo "mis versos son malos… pero son míos". Yo aprendí eso. Y yo a esa altura no tenía versos ni buenos… ni míos. Hasta que llegó la inspiración, el estilo y la edición de Romancero canyengue.
Horacio Ferrer
La poesía de Ferrer era innovadora y llamativa. Utilizaba palabras inventadas y giros inusuales en el tango, fantasiosa y onírica, surrealista en algunos aspectos. "Bandoneonía", "misticordia", "tristería", "narcótica y bulina", "verdolagáticos cromos", "oculto clavecín transmilonguero", "tangamente"...
Siguió la tarde fraseando sus propinas.
Los años se gastaron. Tangamente,
la vida hizo su solo de rutina.
Solo y espera (Romancero canyengue)
El libro fue muy bien recibido tanto en Montevideo como en Buenos Aires. Troilo, Piazzola, Mario BenedettiCátulo CastilloHomero Espósito, elogiaron la obra. Varias críticas literarias sostuvieron que el libro marcaba el nacimiento de un nuevo lenguaje en el tango.7
En ese libro incluyó un tango, "La última grela", tal como le había sugerido Aníbal Troilo y con la intención de que Troilo lo musicalizara. Pero finalmente no fue Troilo sino Ástor Piazzolla el que musicalizó el primer tango compuesto por Ferrer y se fijó en su poesía. "Grela", en el lunfardo rioplatense es la prostituta, las "proletarias del amor", como Ferrer las define en el recitado de introducción a la canción.
Del fondo de las cosas y envuelta en una estola
de frío, con el gesto de quien se ha muerto mucho
vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola
taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos.
La última grela
Es en ese momento que Ferrer decide trasladarse a Buenos Aires, dejando la seguridad económica que había obtenido:
Después de la aparición del libro, Piazzolla me fue a buscar y dijo: ‘Si no venís a trabajar conmigo sos un imbécil’. Y me vine... En ese momento renuncié a mi bien pago puesto de secretario de la Universidad de Montevideo. Y al diario El País. El rector me dijo que estaba loco.

Residencia en Argentina y María de Buenos Aires

A fines de 1967 ya estaba radicado en Buenos Aires,  en una casa ubicada en Lavalle 1447, quinto A, que era la casa histórica de la familia Ezcurra a la que pertencía su madre, en pleno barrio de Tribunales, a una cuadra de la avenida Corrientes, corazón del mundo del espectáculo porteño.  Pero siempre mantuvo también una casa en Montevideo.
Inmediatamente inició el trabajo con Piazzola que lo haría famoso. Piazzola venía buscando un poeta con quien crear obras poético-musicales. Había trabajado con Jorge Luis Borges y con otros poetas, pero no estaba satisfecho. Cuenta Ferrer:
Piazzolla colaboró con varios, con Borges inclusive, pero no era lo que él quería, entonces me buscó a mi, y me dijo: - "quiero que trabajes conmigo porque mi música es igual a tus versos".
Horacio Ferrer
En sentido similar Ferrer sostiene que "los versos no son para leer, son para oir como la música",4 "es música que habla".
El resultado fue la creación de la monumental operita María de Buenos Aires, estrenada en 1968 en la Sala Planeta de Buenos Aires, con Héctor de Rosas y Amelita Baltar como cantantes, y el mismo Ferrer en el papel de El Duende, recitando.
La idea misma de la Operita es muy innovadora: es la historia de una mujer que se siente encarnación de la ciudad. Eso fue algo que no se entendió al principio.
Horacio Ferrer
"María de Buenos Aires" fue una sensación, con un tema instrumental como "Fuga y misterio" que adquirió la condición de clásico porteño. Renovó profundamente la canción argentina, tanto en el tango, como en el folklore y el rock. Emilio del Guercio contó que los integrantes de Almendra, una de las bandas fundadoras del "rock nacional" argentino, fueron en grupo a ver la operita, aun antes de grabar su histórico primer álbum Almendra I.
Con el paso de los años, la operita se convertiría en la obra dramática más puesta en escena del teatro argentino en toda su historia, presentándose en 75 ciudades en 25 países. Ferrer, en 1996, realizó una gira mundial con la operita, dirigida por Guido Kremer, con las voces de Julia Zenko y Jairo, luego reemplazado por Raúl Lavié.
Ya durante las presentaciones de María de Buenos Aires, Piazzolla y Ferrer comienzan a componer canciones de tango con una estética completamente renovada. Entre ellas, componen en 1969 "Chiquilín de Bachín", a partir de un valsecito infantil compuesto por Piazzola y al que Ferrer le aportó una letra inspirada en los niños de la calle que vendían flores en los restaurantes de la zona de teatros de la avenida Corrientes, a los que los artistas iban luego de las funciones. En este caso, el célebre bodegón Bachín, ya demolido, que se encontraba ubicado en la calle Sarmiento, casi esquina Montevideo.1
Por las noches cara sucia
de angelito con bluyín
vende rosas en las mesas
del boliche de Bachín...'
Chiquilín de Bachín
La temática social, una poesía cotidiana y la utilización de neologismos en inglés aparentemente incompatibles con el tango, anunciaban la proximidad de importantes cambios en la canción rioplatense.
Nos habíamos consustanciado enormemente. Entonces, eso inauguraba una nueva estética, porque no tenía nada que ver con lo anterior.
Horacio Ferrer



Balada para un loco

En el segundo semestre de 1969, Ferrer le lleva a Piazzola una frase: "ya sé que estoy piantao...":
Después me dice "y cómo seguimos". Le digo "bueno, hacé vos una segunda que diga loco, loco, loco", e hizo esa hermosura. Y después dice "cómo seguimos", mirá, le digo, a mí me gustaría hacer un recitativo en el medio, y también uno al principio.
Horacio Ferrer
Así surgió una de las canciones más populares de la música argentina, que además sacudiría los fundamentos de la canción rioplatense. El resultado fue una balada con ritmo de valsecito y dos recitados hechos a la medida de la expresividad de Amelita Baltar, por entonces esposa de Piazzola. El recitado, que ya había aparecido en María de Buenos Aires y que se repetiría en sus creaciones, es una de las grandes innovaciones de Ferrer para sacudir la estructura tradicional de la canción rioplatenese:
El recurso (el recitado) adquiere en su obra una identidad propia y definida, que lo distingue claramente de los recitados que pudieron haber conocido otros tangos anteriores. La absoluta independencia formal de estos respecto de las partes cantadas es, quizá, su característica más distintiva; las partes recitadas no vienen a repetir en otro tono los versos que se han cantado o están por cantarse; ya ni siquiera se trata de versos. Por otra parte, la variedad de relaciones que se establecen, a través de las obras, entre parlamentos y áreas cantadas, constituye una veta que el tango anterior no había sabido explotar, por lo general nunca demasiado lejos de los modelos clásicos del tipo ABCB.
La canción fue estrenada de inmediato en Michelángelo, pero poco después Piazzola, Ferrer y Baltar deciden presentarla para concursar en el Primer Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción que se realizó en el Luna Park de Buenos Aires entre del 9 al 14 de octubre de 1969, con un jurado de alto nivel internacional que integraban entre otros Vinicius de Moraes y Chabuca Granda.  La Balada fue presentada la primera noche y tuvo una excelente acogida por parte del jurado, que la declaró finalista en el rubro "tango". Pero la decisión del jurado generó una controversia entre los organizadores, muchos de ellos tradicionalistas, que llevó a una modificación de las reglas del festival, desplazando al jurado de músicos por un "jurado popular" que en la final del 14 de octubre declaró ganadora a otra canción.
Pero pese a perder el festival, la canción se instaló en el gusto popular. De inmediato decidieron grabar la canción en un simple, cantada por Roberto Goyeneche y con "Chiquilín de Bachín" como lado B. La Balada... revolucionó la canción popular argentina y los versos de Ferrer pasaron a ser un lugar común de la cultura popular:
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao,
no ves que va la luna rodando por Callao...
Balada para un loco
El tema se convirtió en un éxito popular inmediato y ha quedado como una de las canciones más famosas de la música latina de todos los tiempos.2 Gracias a la importancia cultural de la canción, en 2012, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires estableció por ley 4179 denominar a la esquina de Corrientes y Callao, como "Esquina Horacio Ferrer", colocándose allí una placa que así lo indica.
Entre las canciones escritas por el dúo Piazzolla-Ferrer en ese momento se encuentran "Balada para mi muerte", "Canción de las venusinas", "La bicicleta blanca", "Juanito Laguna ayuda a su madre" y "Fábula para Gardel", grabadas en el álbum Astor Piazzolla y Horacio Ferrer en persona, lanzado en 1970. En total compusieron juntos más de 40 tangos.