Comienza con el Concierto Nº 1 para piano y orquesta de Chopin, que el compositor terminó cuando tenía 20 años, un reflejo de la frescura de su juventud y luego la Sinfonía Nº 5 de Shostakovich (1937), una de las más populares del compositor.
Concierto Nº 1 para piano y orquesta de Chopin
Chopin tenía 20 años cuando lo terminó y esa juventud y frescura encarnada en un romanticismo desenfadado, son patentes a lo largo de toda la obra. El primer movimiento, “Allegro mestoso”, sigue el modelo prefijado de la sonata clásica aun cuando Chopin despliega en él toda su inventiva con gran libertad. La introducción orquestal nos acerca a los temas principales del movimiento, el primero más dramático y un segundo más cantable. Ambos serán después retomados con mayor brillantez por el piano, el único protagonista de la obra, con ese matiz melancólico tan genuino de Chopin.
El segundo movimiento, Romance (Larghetto), nace de la inspiración que le producen al compositor, las óperas de Vicenzo Bellini. En palabras del propio Chopin, este movimiento debía “producir la misma impresión que si la mirada se posara sobre un paisaje que amamos, que despierta en nosotros bellos recuerdos”.
Se trata de una música plácida y en efecto evocadora, no exenta de la melancolía anterior pero que contrastará con el marcado ritmo del tercer movimiento.
El último movimiento lleva por título Rondo (Vivace) y nos traslada a Poloia, tierra natal de Chopin. Se trata de un movimiento que exige gran virtuosismo por parte del intérprete y que evoca una danza local de ritmo impetuoso llamada krakoviac en la que, no obstante, siempre encuentra un hueco el lado más melódico de Chopin.
Se trata de una música plácida y en efecto evocadora, no exenta de la melancolía anterior pero que contrastará con el marcado ritmo del tercer movimiento.
El último movimiento lleva por título Rondo (Vivace) y nos traslada a Poloia, tierra natal de Chopin. Se trata de un movimiento que exige gran virtuosismo por parte del intérprete y que evoca una danza local de ritmo impetuoso llamada krakoviac en la que, no obstante, siempre encuentra un hueco el lado más melódico de Chopin.
Sinfonía Nº 5 de Shostakovich
Para redimirse ante sus censores musicales y políticos del poder central tenía que demostrar que era un compositor de valía y que, además, cumplía puntualmente con los presupuestos de la música socialista. El resultado fue una obra maestra, su Sinfonía nº 5 en re menor, Op. 47(escrita entre abril y julio 1937). A pesar de que su estilo dejó de ser excesivamente disonante o vanguardista, la calidad musical no decayó en ni un solo compás de dicha sinfonía en contra de lo que cabría esperar
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