Autor: Daniel Chavarrìa
VERANO DEL ARCONTE CRATES
1 . Molosos
Un esclavo joven valía doscientas dracmas. Un perro moloso
bien amaestrado, quinientas.
Y bien amaestrado estaba el moloso que mordiera por las
nalgas, que entregara al prófugo vivo y sin fracturas.
Por una ordenanza de la Asamblea, el que tuviera en su campo
molosos sueltos, a menos de un estadio de los lugares de público acceso,
pagaría quince dracmas de multa. En las calles de Atenas, los guardianes tenìan
órden de confiscar, fuera quien fuera el negligente amo, a todo moloso transeúnte.
Erran perros holgazanes y muy desabridos. Ni siquiera
ladraban. Al despertar, bostezaban mucho. Hasta caminando bostezaban. Y
semejantes jetas, manifiestas de sopetón hasa la úvula, habían causado
demasiados paroxismos y patatuses en la Ciudad. Las multas tenían que ser
severas.
Hasta los lobos rehuían al moloso, fiera de una sola
mordida. Si erraban el ataque a la yugular de su presa, se enganchaban a la
cara, pecho o vientre, y trabados sus molares, comenzaban a aullar por la nariz
y a forcejear, con ojos de rutina, hasta desprender su bocado.
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