sábado, 5 de julio de 2014

Luis Suárez, el amo de la polémica

Nunca mide ni se protege, sino que ataca de manera febril, como poseído, hasta marcar gol



Luis Súarez, con sus hijos, en el balcón de su casa de Montevideo. / M. C. (AP)
En este Mundial Luis Suárez ha confirmado su capacidad para meter goles y generar broncas, su mordisco al italiano Chiellini en Brasil y las sanciones de la FIFA fueron el último episodio de una carrera llena de excesos.
Se ha convertido en una referencia, muchas veces para mal. La ultima pirueta es obra del semanario The Economist, que califica a Argentina de “El Luis Suárez de la finanza internacional” para referirse a los problema del país sudamericano con la deuda de los fondos especulativos o buitres.
Suárez ha sido también la bandera de los pobres contra los corruptos de la FIFA, según la versión de Maradona en la cadena chavista Telesur, además del centro de innumerables declaraciones, editoriales, conversaciones, fotos, chistes y caricaturas virales en las redes sociales.
Pero ¿quién es ese uruguayo de apenas 27 años que levanta pasiones y materializa tan diferentes maneras de ver el juego y la vida?
A las afueras de Montevideo, en la localidad de Solymar, se encuentra la casa del aún delantero del Liverpool. El lugar está cerca del Rio de la Plata, en una zona con poca señalización. Pero llegar hasta la residencia del jugador resulta fácil: “Sofía, la mujer de Luís Suárez, es prima de mi nuera”, dice una transeúnte que se ofrece a mostrar la calle y de paso deja claro que en el barrio todos se conocen. Luis Suárez se atrincheró en esta construcción de ladrillo de dos pisos después de su dramático regreso de Brasil, cuando la FIFA le prohibió el acceso a cualquier instalación deportiva. Los vecinos afirman que la familia Suárez es “sencilla, buena gente” y nada ostentosos. Una casa cercana se vende a 220.000 dólares.
Desde su ventana, Luis Suárez puede ver un club de fútbol infantil, de esos que abundan en Uruguay. Han puesto una pancarta enorme que dice “aquí puedes entrar, te apoyamos”. Sin duda esto debe de haber traído recuerdos al hombre nacido en Salto, donde participó en tantas ligas infantiles. Con tan solo 150.000 habitantes, Salto cuenta con 36 equipos para los niños de entre cinco y trece años, de esos clubes salió tanto Suárez como otro internacional de prestigio, Edinson Cavani.
Suárez no ha dado entrevistas desde su llegada; estos días los dedica a estar con su familia, nos dice Angela, “la cuñada de la madre de Luis” un poco más lejos, en la modesta casa adosada a una panadería donde vive Sandra, 52 años, la madre del futbolista.
Luis Suárez llega a Montevideo a los siete años, en pleno divorcio de sus padres y cuando está a punto de llegar la crisis económica del 2002, que sumió al país en la pobreza, dejó a miles de niños en la calle, puso de rodillas a la clase media. La capital se partió en dos pedazos, los que resistieron se quedaron al sur de Avenida Italia y Avenida Giannattasio, los otros se fueron a vivir al norte donde se instalaron de forma precaria. Esa línea divisoria social subsiste hoy. Con seis hijos a cargo, Sandra multiplicó los horarios de trabajo como limpiadora, su casa quedó para siempre en el norte de la ciudad. Luis se tuvo que encargar de sus hermanos pequeños, sin dejar el fútbol, hasta que a los once años entra en los juveniles de Nacional, su refugio y más tarde, su futuro.
El libro El Pistolero del escritor y periodista Luca Caioli, que acaba de ser publicado en Uruguay por Planeta, muestra que en un primer momento el jugador era más bien torpe, nada prometedor. Mejora a base de mucho esfuerzo y horas extra en los campos de entrenamiento. A los 14 años Suárez ya tenía las características de hoy: el sentido innato del gol, el jugar en permanente tensión, siendo imprevisible, imposible de marcar. También estaba su manía por simular faltas, discutir con el árbitro, de no reflexionar ni tener medida para buscar la victoria.
En Nacional empieza a progresar, pero los efectos de la crisis siguen hundiendo familias y separando a los uruguayos que emigran a Europa en masa. Un nuevo drama marca la vida del jugador cuando su novia Sofía, de la cual está perdidamente enamorado, tiene que irse con su familia a Barcelona. Ella tiene apenas 13 años y Luis Suárez, de 16, decide triunfar para poder ser fichado en un equipo europeo.
La distancia que separa esa imagen de un Suárez romántico al vampiro caníbal que describe la prensa británica es también el abismo que ha dividido a la opinión pública internacional cuando el jugador ha sido sancionado.
Eduardo Ache, presidente de Nacional, conoce bien al delantero, que dejó salir del equipo cuando tenía 19 años, muy de mala gana, hacia el Groningen de Holanda por algo más de un millón de dólares. Era la crisis, el club estaba arruinado y había que pagar sueldos y gastos.
“Suárez es el mejor ejemplo de cómo el fútbol, con un buen entorno familiar y con la pasión al deporte, puede sacar a un chiquilín de los problemas que tenía y convertirlo en lo que es hoy”, dice Ache, “La FIFA se equivoca, se dejó llevar por una visión europeísta”, añade.
El resto de la historia del jugador, en Holanda e Inglaterra, demuestra que logró despertar adhesiones y apoyo incondicional también Europa. En el Groningen metió decenas de goles y recibió una lluvia de tarjetas amarillas antes de su transferencia millonaria al Ajax de Amsterdam, donde alcanza los cien goles, vuelve a convencer y a triunfar.
En Holanda, Suárez se casa con Sofía, se profesionaliza, adelgaza, mejora mucho pero no cambia. A pesar de los conflictos con los entrenadores y dirigentes del fútbol local nunca renuncia o logra controlar su estilo agresivo.
En el 2011 el jugador es fichado por el Liverpool, donde terminan de estallar sus cualidades y defectos. Otra vez se gana a sus compañeros y a la afición, mete decenas de goles pero dos mordiscos y un insulto racista lo convierten en el malvado de la película para buena parte de la opinión pública mundial. El valor económico del jugador nunca deja de crecer a pesar de las sanciones cada vez más duras.
En el libro El Pistolero queda clara la irracionalidad del jugador, que nunca mide ni se protege, sino que ataca de manera febril, como poseído, hasta conseguir el gol. En cualquier equipo Luis Suárez es ese elemento necesario, pura dinamita capaz de incendiar un fútbol moderno demasiado frío, basado en la preparación física y la construcción de refinadas estrategias.
Los uruguayos reconocen en Suárez la esencia de su fútbol y tienen con él una conexión especial. Su último mordisco y la correspondiente sanción de la FIFA han provocado un verdadero estrés emocional en el pequeño país sudamericano.
Suárez es de los que no cambia, sólo mejora, dice el entrenador uruguayo Oscar Washington Tabárez. La liga española puede prepararse para vivir emociones fuertes.


 Montevideo

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