viernes, 11 de julio de 2014

Gabriel Peluffo: distintas caras de una sola voz


El líder de Buitres no suele dar entrevistas a título personal, aunque siempre es muy personal en sus respuestas


Sin disco, ni toque, ni algo particular para difundir, el líder escénico de los Buitres sube a un escenario despojado. Imagínense una silla BKF y a él sentado en ella.

Imagínense el silencio y escuchen su voz, que esta vez habla en lugar de cantar.   

“Nosotros no tenemos que hacer canciones. Si quisiéramos, tampoco tendríamos por qué hacer más discos. Somos muy flexibles, podemos tocar y dejar de tocar lo que queramos”, dice Peluffo con serenidad. Buitres es una banda autogestionada, que ha trabajado con varios sellos uruguayos pero no tiene contrato con ninguno y que ha tenido una evolución singular en sus veintitantos años de vida. 

“Tenemos un ritmo particular, no critico el ritmo de los demás, no lo cuestiono en absoluto.

Hay miles de formas de hacer las cosas. Nosotros llegamos a este grado de independencia a través de la autogestión y de cometer errores en el camino. El haber sido muy selectivos en muchas cosas y el haber establecido nuestra forma de hacer nos ha permitido disfrutar. En los últimos años estamos cosechando todo eso y estamos muy contentos. Y, al final, somos dueños de nuestro propio destino.” Apropiarse del destino tiene sus costos, obviamente. 

En Uruguay, a principios de la década de 1980, Peluffo fue pionero en la categoría frontman sin instrumento con Los Estómagos, banda que tenía “un discurso con un formato parecido al de canto popular, pero más que al de las metáforas, aunque tuviéramos alguna letra de ese tipo, era al canto popular de las consignas y del panfleto. Estómagos tenía un discurso político, siempre estaba diciendo algo con respecto a lo que fuera. Era nuestra forma de comunicarnos. No lo digo en tono despectivo, es simplemente descriptivo. En el último par de años de la dictadura y en el año posterior a las elecciones, en todos lados se hablaba exclusivamente de política. Fue una etapa divina.”

Sin embargo, sumado a que Peluffo siguió con su carrera de medicina y nunca terminó de encajar en lo que el imaginario dicta debe ser un rockstar, en 1989 se disuelve Estómagos y enseguida aparece Buitres, que mantenía a Peluffo y a Gustavo Parodi en su formación pero dejaba en el pasado al rock contestatario. “Hubo, y hasta hoy aparece, un montón de gente que me echó en cara un cambio de discurso, un cambio de objetivos en la vida o algo por el estilo, que te vendiste o que te tragó el sistema o no sé cuántas cosas más.”  

De callado 

A los artistas y a las figuras públicas se les suele pedir opinión, pensamientos y juicios sobre todo, desde cuestiones sociales y macroeconómicas, pasando por política, hasta la inmortalidad del cangrejo. Y en muchos casos son ellos mismos los que salen a dar cátedra por iniciativa propia. Le pregunto qué le pasa con eso (le pido que opine, y así caigo en una contradicción) a un hombre sobrio y serio que además ejerce la pediatría y es docente grado 3 de medicina. Y nuevamente aparece la libertad y el camino propio. “En determinado momento me planteé, y era un tipo joven, ‘yo me paso diciendo cosas, pero de las que no puedo hacer nada’. Y fue en la práctica de la medicina en la que hice clic y empecé a ver que tenía que mejorar y ser otra persona y que podía ayudar. Lo único que puedo hacer de valioso y útil es lo que hago con la gente en mi lugar de trabajo. Yo la considero una actividad valiosa. Ahí sí estás dando algo. No estoy haciendo la teoría de las cosas, si no que en la práctica estoy haciendo y motivando a los demás para que hagan también. Y en eso me enseñó mucho más la gente a mí que yo a la gente. Porque cuando recibís de los pacientes, de las distintas situaciones en las que te ves involucrado, tenés acceso a una realidad que no conocés y a cómo se maneja desde el punto de vista familiar e individual. Y bueno, ahí empezás a aprender vos. Empiezan a cambiar tus valores, tu forma de ver la realidad. Entonces no tengo la necesidad de hacer una letra porque existe una injusticia, si de injusticias está lleno. Enfoqué mi tarea artística hacia otro lado.” “¿Hacia qué lado, a algo más introspectivo, a lo que salga?”, le pregunto.

“Creo que tiene que ser libre, totalmente libre”, responde.   

Sin ninguna obligación contractual o personal, con un vasto repertorio que incluye hits, con la convicción de que “es muy difícil que podamos hacer canciones tan lindas como muchas de las que hicimos”, ¿por qué seguir creando? “Bueno, es algo mucho más complejo. 

Pero es muy probable que sigamos haciendo canciones, porque estoy seguro de que vamos a tener ganas. Cuando el Pepe [Rambao, miembro fundador de Buitres] haga así con la guitarra dos veces [hace el gesto], yo le voy a decir ‘ah,ah, ah [señala al aire] tá, tá, tá’. 

[Risas]. Y me voy a poner a escribir. O si una noche de estas de verano hablo de un libro, una película o de algo con el Pepe, vamos a escribir una letra. No tengo la más mínima duda que va a pasar.”   

Engrosamiento de la voz 

Como la canción vuelve a aparecer sistemáticamente, le pregunto cuál que no sea suya le habría gustado componer. Piensa un poco y dice: “Siempre le dije a Jaime [Roos] que me hubiera gustado componer Los futuros murguistas. Jaime es un gran letrista. Realmente es una canción preciosa, muy, pero muy buena. Porque yo me acuerdo de esa sensación de estar esperando a ver si me dejaban entrar en la murga. Y eso de que los niños sabían mejor la letra que los propios murguistas que la estaban ensayando en el rollo de papel, eso es tal cual mi infancia en Villa Dolores.” Pienso que es lógico que un autor popular quisiera haber escrito un tema que genera identificación, una historia mínima universal. El niño Gabriel iba al tablado con los vecinos, porque sus padres no eran tan carnavaleros como él. 

“No iba a ver solo las murgas, iba a ver las revistas, los parodistas, sobre todo. Las lentejuelas. Los Capablanca. Y el tablado tenía encanto. Iba al teatro también. Vi en el cine Arizona a Aldo Monges un fin de semana y al siguiente a los Olimareños. Todo lo que fuera artístico y en vivo me fascinaba.” 

Detengámonos en la estación infancia. Gabriel tiene un hermano cuatro años y pico menor, Guillermo, que también tiene banda referente en el rock uruguayo (Trotsky Vengarán) y que se dedica a la industria audiovisual. Los hermanos Peluffo tienen personalidades fuertes, carreras singulares y visiones de vida que se materializan en su derrotero. Entonces asumo que tiene que haber habido padres habilitadores. “Mi padre y mi madre ahora están jubilados, pero son pediatras los dos. Creo que todos los hijos de médicos en la década del 70 y del 80 nos acostumbramos a no ver mucho a nuestros padres en casa. No era laburar mucho para hacer plata, era para parar la olla. Era una época en que la medicina estaba muy proletarizada, no de las 8 horas, en el sentido de que más que nada eran guardias y eran las 80 horas por semana fatídicas. Y si bien ellos a nosotros nos daban una idea de cómo tenían que ser las cosas –más todavía en momentos que eran difíciles, porque era la dictadura, yo siempre digo que a la edad que teníamos había que sacarle cinco años porque éramos adolescentes y seguíamos siendo niños–, al mismo tiempo es muy probable que mi hermano y yo creciéramos muy independientes, porque mi hermano es igual. O sea, en realidad disponíamos de nuestro tiempo, éramos responsables de nosotros mismos, pasábamos solos afuera todos los veranos desde muy chicos, entonces teníamos responsabilidades con la llave, con la calle, con el mar. Creo que fue un poco contradictorio con el discurso de mis viejos, que iba para otro lado, pero veo que ellos también fueron así. 

Dentro de la medicina también hicieron carreras sui géneris, con esa carga simbólica que es ser docente de la facultad, dar concurso y  tratar de mejorar vos, más allá de lo que es la remuneración o el reconocimiento.

“No llegué al extremo de esas personas que por el ego desmesurado y la situación especial en la que viven ya están en un plano piloto automático y van sobrevolando por arriba de todo el mundo y son inconmovibles. Tengo los pies sobre la tierra.”

A mí me pasa, es increíble cómo ya estoy llegando a los 50 años y todavía considero que tengo que seguir aprendiendo y que puedo mejorar. Los márgenes evidentemente se van a ir acotando por una razón fisiológica [risas], pero todavía me sorprendo a mí mismo con que en realidad ha sido un continuo desde que éramos chicos, veo eso en mi hermano también.

Lo más importante que me dieron mis padres no fue lo que dijeron sino lo que hicieron. Nos dieron mucha independencia y eso me parece que nos permitió elegir lo que somos, tener una decisión plena. Inclusive en los momentos de la vida en que no podés decidir por vos mismo y te embretás en cosas en las que quedás esclavizado (un trabajo, el tiempo, un contrato), vas llevando la vida a decir ‘quiero ser dueño de mí mismo y hacer lo que yo quiera, lo que me produzca más satisfacción’. No en un sentido estrictamente individual y egoísta, yo le voy a servir mucho más a la gente y voy a ser más útil si hago esto que hago. Por lo menos es como lo veo yo.”  

Encontrar el tono 

Sin embargo, Peluffo tuvo dudas vocacionales. “Seguí medicina porque en toda mi familia son médicos y yo era el primogénito de mi generación. Dije: ‘Bueno, acá hay que hacer algo, que se queden tranquilos, así puedo seguir tranquilo con la música. Y me enrosqué con la medicina. Me gustó después.” Más allá de que hace policlínica en una mutualista, la gran pasión de Peluffo el médico es la pediatría interna, la de hospital. Él la lleva adelante en el Pereira Rossell, donde la facultad de Medicina tiene un convenio con ASSE. Es un trabajo en equipo, entre médicos recibidos y estudiantes. Le pregunto si eso de que la indecisión o las dudas se acomodan con el tiempo es algo que le gusta transmitir a los alumnos. “Uno trata de entusiasmar, de motivar. Dentro de los muchos métodos de enseñanza que puede haber para jóvenes y adultos, la medicina todavía tiene un fuerte componente tutorial, y si bien a veces se desvanece en lo que son los grupos de 10 o 12 personas, terminás teniendo aprendices. Considero que he hecho una buena carrera y que tengo muchos aspectos que son sólidos dentro de mi profesión y gran parte debo agradecérselo a las personas que me motivaron. 

Entonces no me olvido de eso, y trato de hacer más o menos lo mismo. Está buenísimo ver crecer gente, ver que se desarrollan y que, si bien no fuiste vos solo el que lo hiciste, aportaste.”  

Peluffo dice que no se sintió intimidado porque sus padres fueran pediatras como él. Fue su otra carrera, la musical, la que le dio la seguridad de que en algo era bueno y se destacaba y no sintió la presión de las comparaciones. “No solo mis padres, mi abuelo fue un pediatra famoso, el doctor Euclides Peluffo, un tipo reconocido inclusive internacionalmente. Mi padre siempre cuenta la misma anécdota, que es que a él lo jorobaban sus compañeros de laburo diciéndole que el talento saltea una generación [risas]. Pero tá, mi padre fue profesor, fue grado 5 de pediatría y neuropediatra. Ahí yo rompí con la última, neuropediatra no soy.”

Guillermo y Gabriel, ambos con carreras artísticas. Algo tiene que haber germinado en el hogar Peluffo. “Había, sí… la idea de leer, escuchar música, ver películas. Cuando uno lo hace un terreno habitual de todos los días, es un hábito, no es algo excepcional, al final vos te recostás en eso también. Cometieron el ‘error’ de regalarme las obras completas de Edgar Allan Poe cuando tenía 11 años. Me devoré a Poe y a los 13 años me devoré a Quiroga y a partir de ahí empezamos con todas las truculencias. Y mi hermano fue más precoz todavía, porque las truculencias mías se las pasaba a él. Y ahora se las quiero pasar a mis hijos [una nena de 12 años y un varón de 10 años]. Pero de a poco [risas]. A los dos les gusta mucho el cine, ven las películas que yo veía. La niña empezó a leer, el varón todavía no, cosa que es normal. Ir a los shows de la banda es algo habitual para ellos.” “¿Les gusta tu banda?”, pregunto. “Sí, al varón mucho más, está medio fanatizado. Tá, a la nena le gusta también, lo que no le gusta mucho es el perfil público del papá”, dice riéndose. 

Solista 

Peluffo se separó de su esposa cuando sus hijos eran muy chicos. Como para cualquier hombre que sigue comprometido con la paternidad en solitario en tiempo y calidad, las cosas se complicaron. “Hay que ser sincero, sobre todo. Cuesta muchísimo. Tiene que ver una cuestión de machismo, de ego, cómo se te van cayendo un montón de cosas. Creo que es un poco por el miedo y la ansiedad que la responsabilidad te agobia cuando estás con ellos.

Cuando estás en el apartamento nuevo que te alquilaste, ese momento de angustia es tremendo, para los chiquilines y para vos. Y te vas dando cuenta qué cantidad de contradicciones tenés vos dentro, también cuántas cuestiones teóricas se van dando vuelta.

Se van desvaneciendo cosas que pensabas que eran importantes con respecto a tu individualidad, a tu espacio, a tu tiempo. No tenés derecho a nada, es mentira lo de la individualidad, tenés que criarlos y es tu deber, tu obligación. Y después sentir cómo eso se transforma en el acto de amor más lindo.”  

Peluffo se comporta como un adulto en muchos aspectos desde siempre, y así se aleja aún más del cliché del rocker. Por ejemplo, nunca curtió la noche, ni siquiera siendo adolescente.

Pero hay algo de que el músico no envejece y no crece, que parece mantenerse en su aspecto, ya que no aparenta los 47 años que tiene. Así que igual viene al caso consultarlo sobre si se siente un tipo maduro. “Emmmh… en algunos aspectos, sí”, responde y yo le pregunto la clásica: “¿Sos amigo de tus hijos?”. “Bueno, ahí va, en lo que tiene que ver con la entrada de los hijos a la vida de una persona, digo chau, se terminó. O sea, cambiaste.

Ahí sacás un chip y ponés otro y se empieza a desencadenar algo. Si no cambiás algo, no funciona. Y bueno, lamentablemente en mucha gente no funciona. Pero después a la larga sí, al principio los que no están con los hijos, después los hijos vuelven. Esas cosas pasan, siguen pasando y pasaron toda la vida. Capaz que ahora pasa más por esa especie de promesa de eterna juventud, de que todo es una fiesta. En realidad para mí lo más lindo es estar en mi casa con mis hijos [risas]. Claro que uno no puede estar anclado comiendo bizcochos con sus hijos todo el tiempo adentro de la casa.

También cada uno tiene que salir y hacer sus cosas y  tener disfrutes individuales, vos y tus hijos, ¿no? Pero para mí lo más importante es que mis hijos estén bien y estar con ellos. Más allá de retarlos que es lo que uno hace todos los días, que sientan amor.” Así que no es amigo de sus hijos, y él contesta riendo que no, que es el papá. “Aparte, ellos tampoco ven a la música que yo hago, inclusive a la banda, como papá adolescente. Papá es un señor mayor que canta en una banda de rock. Punto. A mí la paternidad me cambió la vida, así como me ayudó la carrera en mi juventud, como adulto mis hijos son lo más grande, es algo hermoso, es un amor incondicional. El de ellos uno se lo tiene que ir ganando. Y para mí si vos me dijeras que a partir de ahora esa es mi vida, si vos me sacás todo lo demás que tengo y van a ser mis hijos, en realidad, yo lo acepto. 

No me preocuparía demasiado. No cambiaría ni la medicina ni la música por mis hijos, en ese sentido de irse a cantar o a hacer medicina a otro país, por ejemplo. 

Yo quiero estar con los chiquilines.”  

Cantante y sonante 

Peluffo no se enorgullece de lo mucho que trabajó hasta hace algunos años, cuando decidió bajar las revoluciones y dejar las guardias. Incluso llegó a cerrar un Pilsen Rock un domingo de madrugada para después subirse a una ambulancia a las 7 de la tarde de ese mismo día.

“No fue un proceso corto, me llevó tres o cuatro años darme cuenta de todo y ordenarme y cuando pensabas que tá, ya me saqué esto, faltaba. Primero empezar a dejar horas, después empezar a dejar trabajos enteros. Lo que pasa es que es algo difícil de escapar en esta carrera. Entrás al mercado laboral sobre los 30 años con la especialidad, si no, no existís. Y decís: ‘Recién ahora voy a empezar con un sueldo’. No entendés nada. Te viene como la angustia de ponerte a tiro, entonces trabajas como una bestia. Y a la música no la consideré como ingreso fijo hasta hace cinco años, que más o menos sé lo que voy a ganar.

Porque en realidad, reitero, nosotros con la banda, la forma que le damos es un poco caprichosa y estamos muy lejos de la creencia popular de que tenemos mucho dinero por estar en la banda. Por otro lado, sé que no he accedido a determinados trabajos en medicina por el perfil de la banda. Pero no me quejo.”

Esto último lo dice enfáticamente, por lo que le pregunto por qué es importante que quede claro. “Porque no me parece bien quejarse en una sociedad que sigue siendo tremendamente desigual, en la cual estoy dentro del 20% de los privilegiados. Tengo un sueldo con derechos laborales y tengo un nivel de ingresos superior a la media. Por eso no quiero quedar como que me estoy quejando, porque sería una vergüenza.” 

A futuro, Peluffo no descarta ninguna posibilidad, ni siquiera la de cantar como solista y a los 60 años vivir de eso. En un momento de la conversación, y con respecto a este periplo vital tan particular que es el suyo, Peluffo dijo: “Como dice A cartas vistas, que es una letra del Pepe, “no me importan lo que digan, yo pagué por esta vida y no quiero devolución.” No más palabras.

(nota publicada con fecha 02/2013)



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