Marc Serena documenta quince historias de africanos que malviven el amor LGBT
El primer beso documentado entre hombres.
El posible primer beso entre dos hombres documentado de la Historia adorna la pared de una mastaba en el yacimiento arqueológico de Saqqara. Lo protagonizan Niankhkhnum y Khnumhotep, dos jóvenes enterrados en la construcción hace 4.000 años y que en vida se encargaron de la manicura de Unas, el último faraón de la quinta dinastía egipcia. Rescatada de las arenas del desierto en 1964, la mastaba donde reposa la pareja forma parte de un complejo funerario que se abrió al público en 1990 y en el que destaca la pirámide escalonada de Zoser, el monumento de piedra más antiguo del mundo.
El periodista y escritor Marc Serena (Manresa, 1983) la visitó a finales de 2011, una vez depuesto Hosni Mubarak por las voces airadas de Tahrir. Se encontró con una construcción clausurada con un enorme candado y que no atraía el interés de los pocos turistas que visitaban Egipto en aquel momento. Consiguió entrar a fuerza de ruegos y generosas propinas y tomó una foto de ese beso, un mutuo roce de narices, sutil y púdico, que era la máxima expresión de intimidad del arte egipcio de la época. El equivalente del momento a un beso apasionado en la boca actual.
Ese beso se protege de la curiosidad extranjera y los extremismos locales a apenas treinta kilómetros de El Cairo, una ciudad que ha recrudecido la persecución a los homosexuales con los gobiernos de los Hermanos Musulmanes y el mariscal Abdelfatá al Sisi y en la que el año comenzó con una redada homófoba en un hamman, retransmitida en vivo por la televisión.
Ese beso es también el arranque de un proyecto de Marc Serena que culminó, tras un viaje de siete meses por gran parte del continente africano, con el libro Esto no es africano (Xplora, 2014). Un proyecto y un libro de viajes que se centran en las historias de quince personasque viven en quince países africanos, recorridos de norte a sur, desde la capital egipcia a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. El denominador común de esas quince personas es que viven una sexualidad que no es la que se establece como la normalmente aceptada en sus sociedades. Son homosexuales, lesbianas, intersexuales y transexuales en un continente donde estas maneras de vivir el amor y el sexo se consideran “desviadas” e incluso ilegales.
Marc Serena percibe la defensa del colectivo LGTB en África como un tema central en la lucha por los derechos humanos, la democracia y la salud
Marc Serena subraya que la homosexualidad está penada en 38 de los 54 países que forman parte de África. El colectivo LGBT africano se enfrenta a leyes muy represivas (incluida la pena de muerte), al estigma, a la incomprensión y a casos trágicos como los de David Kato o Roger Mbede. También a avances, como el reconocimiento legal del matrimonio igualitario en Sudáfrica, que se produjo en el año 2006 y a figuras que dejan lugar a la esperanza, como la de Alice Nkom. Si hablamos de los últimos tiempos, hay que reseñar la gozosa salida de la primera revista LGBT ugandesa, impulsada por la activistaKasha Jacqueline Nabagesera, y buenas noticias para el colectivo en Mozambique o Sao Tomé, que coinciden con los rumores sobre torturas a prisioneros gais gambianos que se enfrentan a la pena de muerte, la constante violencia homófoba en Sudáfrica (que alcanza su máxima expresión en las violaciones “correctivas” de las lesbianas) y una mayor represión en países como Uganda, Chad, Nigeria, Etiopía o Egipto.
Marc Serena defiende, frente a quienes dicen que la homosexualidad no es algo africano, que lo auténticamente anti-africano es una homofobia impuesta, que se basa en leyes del periodo colonial y que revive en pleno siglo XXI azuzada por el fanatismo furibundo del Islam financiado por los países del Golfo o la ola de iglesias evangelistas de corte integrista que llega desde Estados Unidos.
También refleja en su texto que hubo un pasado pre-colonial más tolerante en África hacia la homosexualidad y que, ante la ola de homofobia que vive el continente, la doble vida se convierte en la norma en muchos contextos africanos. La doble moral también: el dinero sigue rompiendo todos los tabúes y legitimándolo todo.
Quince historias
Marc viajó por más de quince países, pero no en todos pudo encontrar una historia que plasmar en tinta y papel. La falta de tiempo y dinero imposibilitó que conociera la vertiente LGBT de la silenciosa Ruanda, con sus mil verdes colinas y los uniformes de preso rosa. No llegó a pisar otras tierras que también le interesaban, pero ante las que sentía más prevenciones, como sucedió con la desmesurada Nigeria. Y se quedó varado a las puertas de Guinea Ecuatorial, donde pidió visado cuatro veces sin éxito.
Su idea era cruzar África en modo low cost, tirando de ahorros, y mostrar un poco de todo: los países, su calle, lo que nos llega a través de los medios, lo que se come y se bebe, la música que vibra en sus radios, su vida más evidente y su vida oculta. Al final, Marc Serena logró narrar quince historias de hombres y mujeres, en entornos urbanos y rurales, expuestas con sinceridad pero sin dramatismos.
“Las primeras dificultades las encontré cuando preparaba el viaje”, precisó en la presentación de su libro en el Festival Can(Be)Gay, que se celebró a finales de enero en Tenerife. “Llamé a organizaciones y busqué bibliografía, pero no había trabajo en este sentido en la mayoría de las oenegés ni información en español. No encontraba a quien tuviera el tema en la cabeza. En la península era muy poco conocido. En Canarias, por suerte, se había hablado de esta cuestión en los congresos de Fundación Triángulo sobre los derechos humanos de la población LGBT africana. Antes de este viaje y este proyecto, pensaba que todo era imaginación mía. Yo tenía mis propias dudas sobre la homosexualidad africana”.
Marc situó su prólogo en la oficina de Amnistía Internacional en Marruecos, donde le atendieron amablemente y le explicaron que no trabajaban en la persecución a homosexuales. Encontró otras oenegés africanas que, dedicándose a la prevención y sensibilización de VIH/sida, no tenían constancia de tratar con población seropositiva homosexual.
“Este libro es fruto de muchos fracasos y negativas y un homenaje a las personas más débiles de África, a los que no tienen comodín”, apostilló Marc. “No tiene fotos ni agradecimientos, porque hay mucha gente en él que no puede arriesgarse a que los reconozcan ni mostrarse abiertamente como homosexuales. Hay gente que acaba en prisión en África por meras suposiciones, por tener aspecto afeminado en el caso de los hombres, por beber Baileys, por enviar una declaración de amor por sms. En prisión terminan los que no tienen dinero o suerte. Es todo muy arbitrario. Pero en este continente viven etnias como la kuria, que se asienta entre Kenia y Tanzania y que permite los matrimonios entre mujeres. Prácticas pre-coloniales que ahora se baten con la modernidad y con las leyes heredadas de la colonia. Leyendas pre-coloniales que explican la transexualidad, palabras en lenguas locales para denominar la transexualidad”.
Esto no es africano muestra una manifestación tras la caída de Ben Alí en la que aparecen jóvenes que salen a la calle con la bandera de la paz, muy parecida a la bandera gay. Hay un largo homenaje en el puente aéreo entre Yaundé y Duala a la valentía de Alice Nkom. También encuentros con personajes que son novelas con piernas, como el bloguero egipcio Ice Queer, la artista mauritana Naforé, el albino keniano Zeru Zeru o la estrella del raï argelino Houari Mazouzi. Sufrimos con Said, que tras viajar en patera a España y ser repatriado, hace la calle en Kenitra expuesto a la violencia policial y de los vecinos. Nos vamos al duelo por Césaria Evora con Tchinda y Edihna, dos transexuales caboverdianas que son dos auténticas estrellas en Mindelo, y después a la boda secreta de Innocent y Eugène bajo las ceibas de un patio de Cocody, el barrio pijo de Abiyán. Sufrimos de nuevo con la historia de Gloria, una intersexual ugandesa que no se atreve a salir de casa y que protagoniza la historia más breve y quizás más triste del libro. Y lo cerramos con la energía positiva de Muhsin, un imán que participa en el Gay Pride de Ciudad del Cabo.
Marc señaló en el Can(Be)Gay que a veces le preguntan por qué, con todo lo que hay que denunciar en el continente africano, él se centra en un tema aparentemente “menor”. Su respuesta es simple y directa. Marc Serena percibe que los derechos de los homosexuales africanos son un tema central en la lucha por los derechos humanos, la democracia y la salud global.
Y pone un ejemplo: la histeria homofóbica que fomentan algunos gobiernos africanos y algunas iglesias está incidiendo en cuestiones de salud pública como la lucha contra el VIH/sida. En su opinión, la elevada prevalencia de la enfermedad en el colectivo LGBT africano tiene mucho que ver con la dificultad para conseguir pareja estable, las relaciones subterráneas o la falta de confianza en oenegés y personal sanitario, resultado directo de esa homofobia. También opina que la eficiencia del dinero que se invierte en esta batalla es menor cuando se invisibiliza a este colectivo.
Marc Serena es, a ratos, optimista y, a ratos, un pozo de hiel. Sin embargo, eligió cerrar su libro con una fiesta de la tolerancia sexual en Sudáfrica. Aunque las malas noticias le cerquen y a veces, no vea una salida, puestos a elegir cita, se decide por una de Alice Nkom, esa abogada camerunesa entrañable, inagotable y dotada con una voluntad de acero: “Ahora estamos perdiendo muchas batallas, pero ganaremos al final la guerra”.
http://elpais.com/elpais/2015/02/13/planeta_futuro
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