Amanda Berenguer nace el 24 de junio de 1921, en Montevideo. Hija de Ángel Berenguer y de Amanda Bellan, es sobrina de José Pedro Bellan (1889-1930), dramaturgo, narrador y legislador del partido colorado de la época, y de Carlos Giucci (1904-1958), compositor que formó parte de la Sociedad Folclórica del Uruguay, junto a Lauro Ayestarán y Eduardo Fabini, entre otros. Ambos influirán en la vocación artística de Amanda.
Con apenas 19 años, publica su primer poemario A través de los tiempos que llevan a la gran calma, y a los 20, Canto hermético.
Se casa a los 23 años con el profesor José Pedro Díaz, compañero de toda la vida y con quien tendrá un hijo: Álvaro. La pareja instala una imprenta en el garaje de su casa en la que editan los libros de sus amigos y sus propias obras con el sello La Galatea. Este emprendimiento, de gran influencia en la sociedad uruguaya de la época, durará hasta 1961. Durante la década del 50, conoce a prestigiosos escritores: José Bergamín, Pablo Neruda, Paul Eluard, Tristán Tzara, entre otros.
En el año 2006 fallece su esposo, quien fue un reconocido profesor de Literatura del IPA, ensayista, narrador y catedrático de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República.
Amanda Berenguer muere en Montevideo, el 13 de julio de 2010, a los 89 años de edad.
Características de su poesíaCon apenas 19 años, publica su primer poemario A través de los tiempos que llevan a la gran calma, y a los 20, Canto hermético.
Se casa a los 23 años con el profesor José Pedro Díaz, compañero de toda la vida y con quien tendrá un hijo: Álvaro. La pareja instala una imprenta en el garaje de su casa en la que editan los libros de sus amigos y sus propias obras con el sello La Galatea. Este emprendimiento, de gran influencia en la sociedad uruguaya de la época, durará hasta 1961. Durante la década del 50, conoce a prestigiosos escritores: José Bergamín, Pablo Neruda, Paul Eluard, Tristán Tzara, entre otros.
En el año 2006 fallece su esposo, quien fue un reconocido profesor de Literatura del IPA, ensayista, narrador y catedrático de Literatura Francesa en la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República.
Amanda Berenguer muere en Montevideo, el 13 de julio de 2010, a los 89 años de edad.
Berenguer perteneció a la generación del 45 y fue pionera de la poesía experimental uruguaya [1].
Sostiene Carina Blixen:
La poesía de Berenguer crece, madura, se multiplica en relación de reciprocidad con los “medios” (…) Ha sido una constante de su actitud estética buscar expresarse a través de formas no solamente lingüísticas. Desde el teatro, el audiovisual, el video, el disco o distintas formas de espectáculos integradores, ha generado “hechos estéticos”, surgidos en la exploración de la expresividad de la palabra, en interacción con otras esferas artísticas y en diálogo con distintos sistemas de comunicación (…) Los libros de Berenguer están pensados como una totalidad, como un proyecto que desborda la unidad del poema. Desde El río, cada poema es un momento o un territorio particular de esa geografía global (…) piensa en su obra como un continuo que se transforma y evoluciona (…) no sólo cada libro representa una unidad, sino que la totalidad de esta obra múltiple está pensada en global metamorfosis.[2]
Rodríguez Monegal, citado por Blixen, dice a propósito de la obra de la poetisa:
(…) ha empezado a asumir el mundo, el mundo entero con sus contradicciones y horrores, con sus bellezas y brutalidad, con su compromiso y su prosaísmo, en un verso que no teme la entonación apocalíptica, que bordea a veces la alusión política más directa pero que es sobre todo un verso de busca y encuentro.
Por su parte, Milton Schinca, también citado por Blixen, plantea:
En ellos (los libros) asistimos a las etapas sucesivas de lo que llamaría una laboriosa asunción del mundo, por parte de una conciencia que en el comienzo (…) se encontraba como escindida de la realidad, enclaustrada en una suerte de recinto interior sin salidas, pero que luego se libera del confinamiento en un proceso peleado, dramático (…) que es de verificación y conquista graduales de la realidad (…)
graznando como un pájaro violento,
a veces me aparece a la hora incierta,
al alba fría, espantadora de otras
criaturas, y me empuja de nuevo.
Porque yo estoy demás entre los seres
que usan la alborada, estoy de sobra,
triste junto a la mesa recién puesta
de la resurrección. Ah! no podría
a mi antojo domesticar la angustia,
hasta hacerle sangrar la alternativa
de una estrella brillando sobre el día.
Acaso voy entre soñada y muerta,
arrastrando una historia donde tiembla
la cabeza muriente de la luna,
pero llevo el anillo, esa corona
del otro reino, para no olvidarme.
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