Este músico uruguayo nació el 18 de mayo de 1882 en el pueblo de Solís, del entonces departamento de Minas (hoy Lavalleja), en una casa ubicada en las actuales calles Eduardo Fabini y José Pedro Varela.
Cerca de su casa corría el arroyo Mataojo, con aguas limpias que bajan de las sierras. Desde sus orillas, Fabini aprendió a escuchar los sonidos de la naturaleza, como el canto de los pájaros o el croar de las ranas, pero también aprendió a disfrutar del silencio.
A los cuatro años ya tocaba el acordeón y la guitarra. Pocos años después pasó a vivir con su familia en Montevideo.
A los cuatro años ya tocaba el acordeón y la guitarra. Pocos años después pasó a vivir con su familia en Montevideo.
Compartimos contigo otros datos de su vida y su obra:
1900 – Viajó a Europa con uno de sus hermanos, becado para estudiar en el Conservatorio Real de Bruselas.
1901 a 1903 – Compuso, entre otras obras, sus dos Tristes y Las flores del campo, para coro y orquesta.
1910 – Empezó a trabajar en la composición del poema sinfónico Campo, en los bosques de Salus.
1914 – Pasó a vivir en el paraje llamado Fuente Salus, de Minas.
1917 – Se mudó a una pequeña casa, cerca del cerro Arequita.
1924 – Compuso Luz mala y El rancho.
1926 – Compuso Vaquita colorada, Hormiguita negra y Soldaditos.
1930 – Compuso las obras para niños Lluvia, Duerme muñeca y Canción del labrador.
1933 – Se estrenó su ballet indígena Mburucuyá.
1939 – Compuso para niños Grillita y Grillín.
Eduardo Fabini falleció el 17 de mayo de 1950. Con motivo de su muerte, Carlos Alberto Garibaldi escribió un texto en el que se advierte su admiración por “nuestro primer músico, el cantor de nuestra tierra”. Te ofrecemos un fragmento de esas palabras:
“Eduardo Fabini fue un hombre de campo. Desde su casa solariega de Solís de Mataojo sintió el llamado de su tierra; supo que la patria lo había elegido para relatar, en la música, su sencilla historia terrestre. Y él acudió al llamado de la tierra como acude el labrador con su semilla a la esperanza del surco; vivió en plena naturaleza escuchando todas sus voces y trasladándolas a la música. [...]
Supo responder al secreto llamado con lo mejor que había en su corazón. Por eso en su arte se encarna, como en muy pocos artistas, la geografía física y espiritual del Uruguay.”
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