“Ellas sufren el desamparo, la conciencia de que la sociedad siempre las pone en el último escalón”, dijo a Montevideo Portal la comunicadora Victoria Varela, autora del libro “Yo soy trans”.
"Vivía cerca de Bulevar Artigas, y durante toda mi etapa liceal me crucé al pasar con esas personas a las que en aquel momento se denominaban ‘travestis'. La palabra ‘trans' todavía no estaba en nuestro vocabulario", cuenta la comunicadora Victoria Varela acerca del modo en que surgió la iniciativa que diez años después culminaría en la publicación de Yo soy Trans, investigación que, en base a los testimonios de diez mujeres trans, pertenecientes a todos los ámbitos socioculturales, y de la mano de cualificados profesionales de diversas áreas, recorre los vericuetos de esta identidad de género y descubre las etapas de su proceso evolutivo.
Hacia 2004, Victoria preparaba su memoria de grado en la Universidad, y entre otros temas barajaba el de la homosexualidad, "pero ya había mucho, sentía que no iba a aportar nada, y yo quería hacer un trabajo que implicara un desafío, algo que me hiciera meterme en determinados ámbitos", explica.
Dispuesta a buscar un nuevo asunto para su investigación, decidió enterarse de qué tanto se sabía acerca de ‘esos travestis' que había visto prostituirse durante años en la calle, pero a los que nadie parecía prestar atención. "Me daba mucha curiosidad y comencé a indagar qué información había al respecto, y lo poco que se manejaba era algún trabajo como ‘El Uruguay Homosexual' de Carlos Muñoz, donde en un apartado se explicaba un poco el fenómeno transgénero", recuerda Varela. Paralelamente, "el otro ámbito donde se manejaba información al respecto era la crónica roja, siempre vinculada a la prostitución, las prácticas sexuales, sus tarifas, etc.".
Además de escaso, el material publicado al respecto solía pecar de inexactitudes. "Circulaban errores garrafales de lenguaje, se hablaba, por ejemplo, de ‘homosexuales transgénero', algo que hoy resultaría lapidario en cualquier trabajo", especialmente en un momento en que "hay mucha sensibilidad y se procura dignificar la imagen de las personas trans".
Al cabo de la calle
Cuando Varela expuso su interés en investigar acerca del mundo trans, encontró oposiciones y reserva. Sus docentes temían que un tema complejo y de difícil abordaje presentara demasiados obstáculos, tantos que acabaran por hacerla claudicar. Otros, como algunas de sus compañeras de estudio, tenían miedo por su integridad física.
Pese a tan ominosas advertencias, Victoria se "tiró al agua" y empezó por el principio: ir a buscar a las trans allí donde sabía que las encontraría.
"El primer contacto fue yendo a Bulevar Artigas a hablar con una de ellas, cuando la abordé se asustó y preguntó para qué era", recuerda, enfatizando que "todo lo que se refiere a prostitución se maneja en un ambiente muy cerrado".
"No son personas dispuestas a hablar de su vida de buenas a primeras, y menos para que una caiga de la nada a preguntarles qué hacen con sus penes, si penetran o no penetran, sobre las relaciones familiares, es algo impensable".
Tras dificultosos acercamientos, logró citarse con Cristina, una trans que vivía en una pensión en la zona de Colón, pero se produjo un desencuentro.
"Ese día llovía a cántaros, me tomé dos ómnibus y después no encontraba a Cristina por ningún lado. Me había quedado con su imagen morocha y de cabello largo. Llamaba a la pensión y me decían que ella había salido y yo creía que me estaban tomando el pelo. Caminaba con el paraguas por toda la Plaza Colón, llamaba de nuevo. . . me fui re caliente a casa", cuenta.
Al día siguiente volvió a llamar a la pensión -eran tiempos en que poca gente tenía celular- y allí se aclaró el malentendido: la imagen de Cecilia en su barrio era muy distinta a la que lucía cuando trabajaba en Bulevar Artigas, y a su vez ella no había visto muy bien a Victoria y no había retenido su cara. Probablemente estuvieron juntas en la Plaza Colón y no se reconocieron.
"Ahí vi que tenía que cambiar el chip. No tenía que dejarme influir tanto por mi entorno académico y dejar fluir, romper con preconceptos que yo también tenía".
Un mundo con Gloria
"la segunda entrevista fue una prueba de confianza. Ella se mudaba cerca de mi casa y me invitó a visitarla una tarde. Había más trans en el lugar, y vi todo el proceso, cómo se preparan para salir a trabajar en prostitución, charlas risas, chistes, algo que no hacen delante de cualquiera. Es algo que lleva tiempo".
Tras ese alentador encuentro, Victoria conoció a una persona que sería absolutamente decisiva en su trabajo.
"Me enteré de la existencia de la Asociación de Travestis del Uruguay, hoy Asociación Trans del Uruguay. Ahí encontré a Gloria y ella fue mi llave. Me adoptó y me cuidó. Es una veterana de setenta y pico que hoy me rezonga si no la llamo", describe con afecto.
"Gloria me permitió, por ejemplo, conocer a Rosario", una trans que estuvo presa en el Comcar y que tuvo un hijo fruto de una relación clientelar con una mujer, y que es una de las protagonistas del libro.
Vulnerables
La mayoría de las mujeres trans uruguayas son víctimas de una suerte de combo nefasto, que incluye prostitución, pobreza, soledad, drogas y riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual.
Esta lamentable situación, explica la comunicadora, tiene un origen temprano dentro del hogar, donde la regla es que las adolescentes trans que no acepten negar su personalidad, sean echadas de sus casas o se vean obligadas a irse debido a la presión. Esta situación las arroja precozmente la marginalidad.
En contrapartida, Victoria cita los conocidos casos de Michelle Suárez, primera abogada trans del país, y la mediática Abigail Pereira, cuyos testimonios también figuran en su libro.
"¿Qué diferencia hay entre Michelle y el resto de las trans? Que Michelle tuvo un entorno familiar que la cobijó y la comprendió, que -al contrario de lo que sucede en general- no la echó de la casa sino que la apoyó, y se sintió mucho más contenida por su familia que por el ‘mundo exterior'. Cierto es que tiene una personalidad muy fuerte. Resistió un montón de acoso en el liceo y la facultad, pero su situación familiar fue la gran diferencia".
En la lamentable mayoría de los casos, tras el abandono del hogar "llega la exclusión, la deserción escolar, el trabajo sexual para sobrevivir, porque no hay una preparación profesional" y también el uso de drogas, que no es necesariamente recreativo: "tienen que resistir el frío de las noches cuando se prostituyen en la calle".
¿Dónde pego esta etiqueta?
Travesti, transexual, queer, gay, homosexual, transgénero, pasivo, activo. . . palabras que denominan identidades de género y sexuales, suelen mezclarse de manera promiscua en el habla de la gente y también en los medios, convirtiéndose en un quebradero de cabeza. Especialmente para los que se formaron en una cultura donde el prejuicio lo hacía todo engañosamente simple: Por un lado la gente ‘normal', y por otro ‘los putos y las tortilleras'.
Sin embargo, la realidad escapa a esa pobre simplificación, y la obra de Varela ofrece herramientas para entender y expresar esa diversidad.
"Tenés por una parte trans que se paran frente al mundo como mujeres, y que te dicen ‘pasé por mil cosas para llegar a ser así ¿me voy a acostar con una mujer? ¡Ni en pedo!', sin embargo hay trans a las que les gustan las mujeres. . . y a veces no son comprendidas por sus pares, que las pueden ver como ‘putos degenerados'", expresa.
"Vivimos en una sociedad donde los roles están determinados en una dualidad ‘masculinidad - feminidad', y hoy en día ya no existen esos roles, lo mismo que lo de ‘activo- pasivo', que era una proyección de la relación heterosexual trasladada a lo homosexual. Ahora hay un intercambio de roles que antes no era visible. Y hay trans que son heterosexuales, homosexuales, bisexuales, e incluso trans que sienten atracción entre ellas", narra.
"Hay una gran diversidad, y por eso es necesario tener claros los conceptos de identidad de género y de orientación sexual: Identidad de género es cómo me siento, hombre, mujer o una combinación de ambos. La orientación sexual es lo que me atrae, lo que me calienta. Ahí puedo ser homosexual, bisexual heterosexual, etc", resume.
Además, esta orientación sexual no tiene por qué ser permanente e inamovible, sino que puede cambiar a lo largo de la vida.
"Tenés los casos de hombres casados y con hijos, que de un día para el otro son gays y se relacionan con hombres. No hay nada fijo: cuando alguien dice ‘soy heterosexual', se refiere al momento y experiencias que está viviendo, pero nunca se sabe".
Denominador común.
Cada una de las mujeres trans que aportan sus testimonio en el libro, tiene su propia coyuntura, su personalidad y peculiaridades como cualquiera. Pero hay elementos que desvelan a la mayoría de ellas.
"Una gran preocupación es lo económico, el miedo a la pobreza", una tribulación que comparten con más de media humanidad, pero que en su caso se ve agravada -y justificada- por la endeble condición social y las escasísimas posibilidades laborales y profesionales a las que pueden acceder. Además, "también les preocupa la perspectiva de quedarse solas".
Conscientes de esta situación, algunas de las trans obran de manera previsora. "Un ejemplo de ello es Laura, que decidió seguir ejerciendo la prostitución aunque a su pareja -un asalariado- le disgustara".
"Laura supo que iba a prostituirse hasta un momento determinado. 'No siempre voy a estar así de divina, va a llegar un momento que no me va a comer ni Peteco', me decía". En la actualidad, Laura se encuentra retirada del oficio y regentea una pensión que compró luego de colgar la lencería.
"En la época de boom (años 90) algunas hicieron mucho dinero", explica Victoria. Sin embargo, no todas tuvieron la disciplina económica ni la visión de futuro de Laura. En opinión de la autora, esta conducta similar a la de los bíblicos lirios del campo, tiene su origen en las circunstancias antes mencionadas.
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