Cientos de indocumentados comienzan a tramitar en Nueva York el nuevo DNI municipal que les protegerá de la deportación
Una enorme águila de bronce posa amenazante, pico entreabierto al cielo y garras desplegadas, en el vestíbulo de la imponente Biblioteca Pública de Brooklyn, en la plaza de Grand Army. Es el animal que Estados Unidos exhibe en muchos de sus símbolos, pero sorprende ver esa exhibición de agresividad en un lugar tranquilo y acogedor, repleto de cultura. Sobre todo hoy, un día histórico para decenas de inmigrantes sin papeles que aguardan pacientes bajo esa águila para tramitar su primer documento oficial de identidad en este país, el DNI municipal puesto en marcha por el alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio. “Ya no somos fantasmas, ya podemos caminar tranquilos por la calle”, declara con orgullo el ecuatoriano Franklin Maliza, de 36 años, padre de dos hijos estadounidenses y empleado en un taller de bolsos e indocumentado desde que llegó a Estados Unidos hace 13 años.
La biblioteca de Brooklyn es uno de los once lugares públicos que el Ayuntamiento ha habilitado en una primera fase para tramitar el documento y ver cómo funciona el dispositivo. No es una elección casual. “Es un sitio amigable, que te da la bienvenida, que no asusta y que forma parte del paisaje de Brooklyn. Si los inmigrantes tuvieran que acudir a una comisaria para tramitar su tarjeta de identidad, muchos ni se presentarían”, afirma David Woloch, uno de los responsables de la biblioteca. Woloch sabe de qué habla.
Hay gente que tiene miedo de dar sus datos, su domicilio y todo lo demás, por temor a salir de la oscuridad en la que lleva tantos años
Daphne Ramos, bibliotecaria
Aunque el documento identificador también será útil para los jóvenes estadounidenses que no poseen carné de conducir, los vagabundos, los desempleados y otros colectivos desfavorecidos, sus principales beneficiarios serán los 600.000 inmigrantes indocumentados que residen en los cinco grandes barrios de Nueva York. El DNI neoyorquino, que ya poseen otras ciudades como Los Ángeles, San Francisco, Oakland o Washington, es una medida de apoyo a la reforma migratoria lanzada por el presidente Barack Obama para frenar las deportaciones Es, en cierto modo, una regularización disimulada. En los dos primeros días la respuesta ha sido masiva.
EL PAÍS no pudo encontrar el lunes en la cola de Brooklyn a un solo estadounidense. Negros procedentes de países anglohablantes del Caribe y de África, hispanos, asiáticos y algún europeo, aunque pocos, forman en las filas. Un pasaporte o documento identificativo del país de origen y alguna factura que indique el domicilio bastan para tramitar el documento. A nadie se le pregunta por su estado migratorio y los solicitantes deben tener más de 14 años de edad.
“Hay gente que tiene miedo de dar sus datos, su domicilio y todo lo demás, por temor a salir de la oscuridad en la que lleva tantos años”, comenta Daphne Ramos, estadounidense de origen puertorriqueño, bibliotecaria que trabaja como voluntaria para atender a los hispanohablantes. Pese a que los trámites son sencillos, apenas quince minutos frente al funcionario municipal, para muchos de los presentes se trata de la primera vez que se enfrentan, cara a cara, con la Administración. Y hasta ahora les había ido bien sin hacerlo.
“Estaba bien hasta ahora. Llevo 15 años sin problemas, pero ahora tendré más derechos”, afirma el mexicano Mario Gómez. A su lado, su amiga Rosa González, asiente tímida. “Tengo tres hijas nacidas aquí, son estadounidenses. Esta es una oportunidad para que yo comience a serlo también”, señala esta mujer menuda llegada desde Ciudad de México hace ocho años.
Según los cálculos de Ramos, la oficina de Brooklyn despacha más de un centenar de solicitudes al día. No son muchas. “Estamos en fase de pruebas. La semana pasada, sin anuncio oficial, estábamos casi solos. Hoy ha sido el primer día fuerte. Sin duda necesitaremos refuerzos y que el Ayuntamiento abra más oficinas. Este barrio está lleno de inmigrantes. El boca a boca hará que vengan los que tienen alguna reserva”. Junto a Daphne, varios agentes de seguridad de la biblioteca ordenan las filas con una educación exquisita.
Annis Nanton, que lleva desde 1985 en Nueva York y es originaria de San Vicente y las Granadinas, archipiélago al norte de Venezuela, es de las que lleva mucho tiempo esperando su DNI municipal. “La tarjeta me ayudará a poder dar mejor tratamiento médico a una de mis dos hijas, que está enferma. No temo por mi futuro como residente irregular. Pasos como este son los que nos garantizan un futuro a salvo y en paz”, añade Nanton.
Con la tarjeta identificativa, los inmigrantes podrán acceder sin cortapisas a servicios básicos, como la apertura de una cuenta bancaria, un contrato de alquiler, acudir a urgencias o denunciar un delito. Asimismo, y este es el efecto más importante, verán reducidas las posibilidades de ser detenidos por una infracción menor o ser deportados, ya que la policía la aceptará como documento válido y se podrán tramitar denuncias, citaciones o multas sin necesidad de acarrear al infractor indocumentado a la comisaría, como se hacía hasta ahora.
“Ahora tendremos más derechos. Antes te pedían que te identificaras y no aceptaban ningún documento que no fuera de EE UU, salvo el pasaporte. Pero no puedes ir todo el día con el pasaporte. Lo pierdes y estás acabado”, explica Singh, de India, que lleva 14 años en Estados Unidos.
Con la tarjeta se podrá acceder a servicios básicos, abrir una cuenta bancaria, firmar un contrato de alquiler, acudir a urgencias o denunciar un delito
A su lado, Jonathan Santamaría, ecuatoriano llegado a este país hace el mismo tiempo que su compañero de fila, añade su experiencia particular. “Cada vez que iba al colegio de mi hija, tenía que buscar a alguien que me reconociera, porque no podía acreditar mi identidad. Otras veces, en los hospitales no te atendían, porque te pedían identificación. Eso se acabó”. Santamaría llegó siendo menor a Estados Unidos. No quiso tramitar su caso en los tribunales y ahora confía en acogerse a la reforma de Obama.
“No me creían, no se fiaban de mí”, corrobora Juan Quispe, ecuatoriano, planchador en una tintorería. “El alcalde De Blasio está recibiendo muchas críticas por sus problemas con la policía, pero para nosotros está siendo muy bueno. Yo llevo trece años aquí. Soy soltero, así que solo velo por mí, pero cada día he tenido miedo. Nunca hice nada malo, solo trabajar, pero eso no es garantía de nada para que no te agarren y te deporten”, añade.
El DNI municipal mostrará la foto del titular, nombre, dirección, fecha de nacimiento, género y fecha de expiración. Está por ver si grandes bancos y otras entidades privadas la reconocerán como un documento con absoluta base legal. Esta es una de las principales preocupaciones de las organizaciones de ayuda a indocumentados.
El Ayuntamiento informó el lunes de que el nuevo DNI, además de todos los servicios municipales a que dará acceso, desde bibliotecas a gimnasios públicos o museos, se aceptará como identificación primaria para la apertura de cuentas en bancos o cooperativas de crédito en más de 10 instituciones financieras, incluyendo Popular Community Bank, Amalgamated Bank, y Carver Federal Savings Bank. Asimismo, se integrará en la tarjeta de descuento oficial de la ciudad de Nueva York para medicamentos en más de 2.000 farmacias (hasta un 50% en fármacos con receta aprobados por la FDA).
“Este es un día histórico porque para cientos de miles de neoyorquinos será la primera vez que reciban algún tipo de identificación. Esta tarjeta está disponible para todos. Y va a significar que las personas puedan llevar una vida más plena, una vida mejor, llena de respeto y reconocimiento”, proclamó el alcalde De Blasio durante un acto celebrado en una biblioteca de Queens.
El regidor, que agradeció con énfasis el apoyo del Departamento de Policía a la reforma, dedicó unas emotivas palabras a los 600.000 indocumentados que se beneficiarán del DNI. “Somos firmes en que las personas no pueden vivir en la sombra. No queremos que ninguno de nuestros conciudadanos se sienta de segunda clase, excluido, sin respeto. Esta reforma demuestra que todos ellos nos importan”.
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