El activista y filósofo Noam Chomsky considera que las drogas deben ser “despenalizadas que no quiere decir legalizarlas”, ya que a su entender ello incidirá en bajas a la criminalidad “porque la llamada guerra contra la droga no tiene prácticamente nada que ver con las drogas”.
El pensador norteamericano afirma que las mismas políticas implementadas durante décadas “sin que tengan un impacto sobre el objetivo planteado”, llevan directamente a preguntarse “¿Es el objetivo que se plantea públicamente el verdadero objetivo? Probablemente no. El problema de la droga se encuentra en Estados Unidos. De aquí proviene casi toda la demanda. La guerra contra la droga es bastante racista. Está diseñada para criminalizar a un alto porcentaje de la población afroamericana, en su mayoría masculina, y en cierta medida a los hispanos”. Para Chomsky “esto es racismo puro y se remonta a los últimos 500 años de historia americana. Y en América Latina, la víctima es la población en general”, puntualizó en declaraciones a Louissa Reynolds, que le entrevistó en el marco de la beca Elizabeth Neuffer Journalism Fellow, y aparece publicada en plazapublica.com.gt
Los cambios del imperio en relación a Latinoamérica
Acerca de los cambios que Chomsky percibe en la relación entre Latinoamérica y Estados Unidos, desde que escribió su obra de 1985: “La intervención de los EE.UU. en Centroamérica y la lucha por la paz”, el autor afirma que hay cambios. “Pero se debe a la creciente independencia de América Latina –principalmente Sudamérica, porque Centroamérica tiene un menor grado de independencia debido a su debilidad y a su proximidad con Estados Unidos–, lo cual ha sido un fenómeno bastante notable”, explica.
Citó como ejemplo en tal sentido a la Cumbre de las Américas de 2012, donde “Estados Unidos y Canadá adoptaron posturas diferentes a las que manifestaron todos los demás países del hemisferio sobre una serie de temas contenciosos. Uno era Cuba y el otro era la despenalización de la droga. Eso no hubiera ocurrido hace unos años”. Detalla en ese sentido que “Estados Unidos no es capaz de injerir directamente como hacía antes. Con la injerencia pasada lograron desarticular, en cierta medida, los movimientos populares. En el pasado, Estados Unidos reprimió prácticamente cualquier intento de independizarse, generar justicia social y establecer gobiernos democráticos”. La actualidad marca en ese sentido que Washington “actualmente, tiene menos capacidad, menos necesidad de intervenir, y la región se ha vuelto más independiente”.
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