lunes, 12 de mayo de 2014

Juan José Morosoli

(Uruguay, 1899-1957)



 Novelista y ensayista uruguayo nacido en Minas. En los años veinte fue propietario de un café donde se reunían intelectuales y a partir de 1925 inició su carrera literaria. Escribió en los diarios El Día, Mundo Uruguayo y Marcha, aunque su reconocimiento llegó en 1936 cuando aparece su obra Los Albañiles de los Tapes. Anteriormente había escrito Hombres (1932) y posteriormenteHombres y mujeres (1944), Perico (1945), Muchachos (1950) y Vivientes (1955). Tierra y tiempo (1959), El viaje hacia el mar (1962) y La soledad y la creación literaria (1971) fueron libros póstumos. Juan José Morosoli con el poder de su imaginación creadora, hizo sentir en sus obras el dulcísimo sabor de las horas ligeras en que la vida es un juego; cuando la subjetividad plasma con mitológica gracia todas las cosas del mundo. Arboles, animales, estrellas, en esa libertad animadora tan parecida al arte, cuando todo puede ser. Murió el 29 de diciembre de 1957.


Juan José Morosoli
La soledad y la creación literaria (fragmento)

Digo ahora que al proponerme el trabajo de escribir cuentos pensé en la forma de hacerlo. Leí a los buenos autores del género y me convencí de la enormidad de mi ambición pero un día escuchando a un hombre del campo que ignoraba todo lo que se puede ignorar y que sin embargo asombraba a los que oíamos con la fuerza de sus relatos y narraciones comprendí que la forma ideal de relatar, contar o narrar estaba en aprovechar aquello que era verdad y que bastaba con no olvidar aquello que se ceñía al asunto como la carne al hueso para ser justamente objetivo. Como aquel hombre al referir el hecho nos situaba el sujeto-tema en el lugar donde el hecho acontecía y nos lo proyectaba desde su interior de manera elemental, y lo hacía bien, comprendí que si lograba realizar esto como él lo hacía ya estaría yo en situación de lograr el interés de los demás como él lo lograba. Era pues necesario contar un hecho cierto, evocar un hombre que se conoció, mirar hondamente la realidad circundante, no entretenerse en lo pequeño accesorio - tal como mira el ojo sensible de la placa el paisaje sin embargo lo hace eterno. Grabando sólo lo fundamental. Así escribí. No trabajo sobre la página. Cuando mi sensibilidad es herida por el hecho o el hombre, fijo enseguida el suceso y ya está logrado mi fin. Eso se logra fácilmente: basta pensar que en el hombre más humilde, del más humilde rincón poblano, puede estar otra vez el narrador elemental que nos dé el material para revelar, y adviertan que aquel que vive allí suele tener más individualidad que el hombre letrado a quien esto que llamamos vida de relación o vida social pone siempre un temor de sinceridad o nivela de una manera que hace que su personalidad se diluya en la personalidad de los otros, quitándole el relieve personal que es la harina y la levadura del escritor. "

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